¡HONRADEZ!
Luis Gulman Checa
Bendito término que sale a relucir en épocas
de campañas electorales, pues, como si fuera una característica escasa y
especial, es usado por los candidatos como formidable tarjeta de presentación,
cuando lo natural es que debería darse por descontado que tal cualidad tendría
que ser inherente a toda persona que aspire a ser autoridad electa.
¿Cuántos honrados habrá que no rebuznan de pura flojera? Entonces, ¿será suficiente para el electorado la característica de honrado para dar su voto sin contar con información respecto a antecedentes, ejecutoria pública, equipo de gobierno, etc., etc.? Además, ¿acaso en el Perú y en Piura no hemos terminado escaldados tantas veces por haber elegido a “honrados” que resultaron redomados pícaros?
Motiva el presente la enorme cantidad de
pintas promocionando la candidatura de Reynaldo Hilbck para gobernar nuestra
región, precisando que, con él, la honradez echará raíces en el manejo de nuestros
recursos y significará la diferencia. Ante tal afirmación no se requiere ser un
genio para colegir que, actualmente, nuestros asuntos no se manejan
honradamente, ergo, don Javier Atkins devendría en lo contrario de honrado,
deducción fácil hasta para alguien que recién ha adquirido uso de razón. Además, es el mismo argumento
utilizado por el propio Javier cuando fue candidato el 2010, para demoler a
César Trelles, acusándolo de corrupto.
Lo preocupante de esta tácita denuncia formulada por Reynaldo contra Javier, es que
el flamante candidato integró el pequeño y duro núcleo de personas que armaron
tremendo jolgorio el día que Javier resultó abrumadoramente electo. Entonces,
la pregunta que tendríamos que formularnos cae de madura: ¿Reynaldo bailó de
alegría porque había contribuido a la elección de un corrupto o, por lo
contrario, apoyó a una persona a la que desconocía totalmente? Entonces y hasta
ahora, con tales antecedentes, ¿podemos confiar en Reynaldo?
Pero Reynaldo no se limitó a hacer fiesta a
raíz de la elección de Javier sino que desde el primer día participó en su
gestión no solo asumiendo la presidencia del Consejo Directivo del Alto Piura,
quizá el cargo de confianza más importante habida cuenta la trascendencia del
proyecto, sino cumpliendo otras tareas delicadas por encargo de su presidente.
Fatalmente para él, ni un enemigo declarado
de Piura hubiera gestionado de peor manera el Alto Piura, demostración de lo
cual ha sido la reciente rescisión del contrato de obra con la contratista
Camargo Correa, precisando que lo malo no estuvo en la rescisión en sí, sino en
cuándo se produjo, lo que debió ser tan luego asumió la presidencia del
Consejo, por cuanto el contrato suscrito en el período anterior era inviable e
inejecutable, razón por la que tuvo que rescindirse.
Sin
embargo, transcurrió el tiempo y, quienes anteriormente habían llegado
al extremo de embriagarse de felicidad gracias al triunfo electoral, terminaron
“tirándose los trastos por la cabeza” y mandándose a rodar. ¿Qué pasó? ¿Acaso
como opinión pública no tenemos el derecho de exigirle a Reynaldo explicar al
detalle de los intríngulis que lo llevaron a tan abrupta ruptura?
Particularmente, basado en la experiencia
adquirida en el ejercicio de la función pública, dos circunstancias de la
actual administración regional, a la cual Reynaldo estuvo íntimamente ligado,
me “paran los pelos”: la primera, el haberla colmado de funcionarios foráneos
y, la segunda, la seguidilla de “rompimientos” abruptos entre el presidente y
personas, supuestamente, de su entorno más íntimo.
De los foráneos no es necesario abundar
porque son dueños del organismo, precisando que la razón por la que su
presencia me es repulsiva se debe a que son personas sin arraigo, nadie sabe
quiénes son ni de dónde vienen, pero lo que sí es un hecho es que, tan luego
Javier desaparezca del panorama, ellos también liarán sus bártulos y jamás
volveremos a verlos ni responderán por ninguna de las irregularidades
perpetradas. ¿Tenemos el derecho o deber de pensar que, precisamente por ello
Javier se ha rodeado de extraños?
Respecto a las rupturas, pienso que habría
que ser ingenuo hasta la temeridad para no “saber” que detrás de cada una de
ellas hubo un desencuentro nada santo o que, por lo menos, no tenía nada que
ver con el fin supremo de los gobernantes: poner por delante de todo el interés
general.
Ojalá estas reflexiones lleven al flamante
candidato, antaño íntimamente unido a su ahora despreciado presidente, a
referirnos clara y francamente cuál es la verdad, porque, de no hacerlo, ¿cómo
podríamos darle nuestro voto?
Blog del autor:
lgulmanch.blogspot.com