¡CUIDÉMONOS, PROTEJÁMONOS!
(Piura, 29 agosto 2022)
Luis Gulman Checa
Recordemos cómo “nos pusimos las pilas” cuando
salió a la luz la invasión del maldito Covid tomando las mayores precauciones
para evitar ser contagiados. Las medidas fueron extremas empezando por el
confinamiento inicial que se prolongó m/m cuatro meses.
Obviamente el virus arrebató algunas vidas, el
número de las cuales se hubiera elevado al infinito de no haberse adoptado las
drásticas medidas dispuestas.
Desde buen tiempo atrás ha venido extendiéndose
otra MALDITA PENDEMIA no generada por micro organismos sino por personas de
carne y hueso: la delincuencia, cuyos esbirros, impunemente, asaltan, roban y matan de día y de noche aunque
el botín sea de unos cuantos soles. Así, para estas bestias, la vida humana
vale cuatro centavos, es decir, nada.
Me motiva el atroz crimen que segó la vida de
una niña que se dirigía al colegio siendo baleada en la cabeza por resistirse
al robo de su teléfono celular, la cual, tras unos días de agonía, dejó de
existir.
Digresión:
¡Qué difícil se nos hace a los creyentes
descifrar los designios del Señor!
Al grano. Como los criminales no son adivinos
ni tienen súper poderes, es obvio que la niña, como infinidad de personas a
toda hora y lugar, iba haciendo uso del teléfono mientras caminaba, es decir,
inocente y/o imprudentemente - tan igual como la carnada en el anzuelo atrae a
los peces - estaba alertando a los ladrones/asesinos respecto a que había una
presa a su disposición.
Comparemos este hecho (usar el teléfono
mientras se deambula), que, a todas luces deviene en imprudencia incalificable,
con nuestro comportamiento cuando abandonamos nuestra morada. ¿Acaso hay algún
deficiente mental que deja la puerta abierta? Por supuesto que no por cuanto el
más elemental sentido común nos dice que ello ocasionaría hallarla vacía cuando
retornáramos. El consejo: no se les ocurra ambular haciendo uso del teléfono,
menos aún si están en lugares apartados o peligrosos.
Así, entonces, mientras la autoridad no tome
consciencia del peligro que se cierne sobre todos nosotros por esta ola
delictiva, es decir, hasta que entienda que a los criminales hay que aplicarles
la medicina para hacerlos desaparecer,
no siendo otra que la que ellos aplican a sus víctimas (no tan
figuradamente cortarles los cojones), debemos ser precavidos al extremo y andar
mirando con nuestros CUATRO OJOS a
diestra y siniestra.