NARCOTRÁFICO: GUERRA PERDIDA
(Piura, 29 setiembre 2018)
Luis Gulman Checa
Me refiero a que el narcotráfico jamás
desaparecerá de la faz de la tierra mientras la producción y distribución de drogas
continúe siendo una actividad ilícita y pasible de condena. ¿Por qué? Por la
simple razón que las drogas gozan de gran demanda/popularidad, estúpidamente
promocionadas al estar prohibidas, por lo que, en atención a que la demanda funciona
como gasolina al fuego respecto a la oferta; tan rentable actividad continuará
gozando de muy buena salud, especialmente económica, mientras persista la
prohibición.
Obvia y naturalmente, como nos informamos cotidianamente,
la serie de occisos a causa de esta absurda cacería es interminable y se da por
doquier debido a la estupidez de quienes lideran las organizaciones dedicadas a
tal actividad por su incapacidad de, sentados alrededor de una mesa (les aconsejaría
ver aquella formidable película: El Padrino), civilizadamente, repartirse
territorios y clientelas de modo que el negocio pase desapercibido, lo que
redundaría no solo en la tranquilidad de las empresas del rubro sino, también,
elevando las ganancias y preservando la vida de sus miembros.
Ahora, si de verdad estuviéramos convencidos
que el narcotráfico es el peor de los crímenes envenenando la vida del hombre, ¿acaso
no se le debiera dar muerte, ipso facto, a
quien se le hallara con las manos en la masa? Si alguien considerara brutal
semejante actitud, hago notar que así es como actúa el hombre, ante el
beneplácito generalizado, cuando se cruza con un perro rabioso: lo liquida ahí
mismo.
Pero, alguien podría argüir que es un
despropósito equiparar a un ser humano con un perro, lo cual, a priori podría parecer correcto. Sin embargo, estimado lector, con
la mano en el corazón, reflexione y pregúntese cuántos humanos conoce que bien
podrían calificarse como basuras comparados con el fiel y cariñoso perro que lo
espera en casa para agasajarlo cuando llega.
Me impulsó una información proveniente de
Filipinas dando cuenta que su presidente, Rodrigo Duterte, quien decretó la “Guerra
contra las drogas” desde que asumió el
cargo habiéndoles quitado la vida a m/m
5,000 personas en un par de años; desencantado,
dijo:
“Estoy pensando en
renunciar porque estoy cansado. Mi lucha contra las drogas parece interminable”
Le asiste toda la razón a este apóstol de la
lucha contra las drogas, por cuanto, en concordancia con la argumentación
expuesta líneas arriba, la única y efectiva arma para liquidar el narcotráfico,
es despenalizar la producción y distribución de drogas de modo que quien desee
usarlas pueda adquirirlas, de día y con sol, en el chino de la esquina a cambio
de una peseta.