¿Por qué se obvia barrer la corrupción hormiga?

Luis Gulman Checa

Estando en el tapete la llamada mega investigación contra una familia de raíces liberteñas por cuanto, supuestamente, su inmensa fortuna actual se habría originado en el tráfico de drogas; es oportuno plantearnos algunas reflexiones respecto a por qué el Estado es tan acucioso persiguiendo este ilícito, aún cuando los principales responsables hubieran muerto o, los perseguidos de hogaño estuvieran inmersos en la plena legalidad, mientras, paralelamente, demuestra olímpico desinterés ante los cotidianos actos de corrupción contra el Erario.

Planteo una interrogante: ¿es peor delincuente el que trafica drogas o el que roba recursos destinados al vaso de leche? Para el suscrito, quien quita el alimento de las bocas de los niños, es mil veces más vil y ruin, mereciendo castigo más severo. Estoy seguro que en la China - país tan admirado últimamente por quienes todo lo ven dinero y en el que un árbitro de fútbol podría ser ejecutado por “arreglar” resultados - a estos malditos ladrones los ejecutarían en el acto.

Si analizáramos la situación concluiríamos que estas formidables investigaciones persiguiendo el narcotráfico, no serían más que “cortinas de humo” ¿cómo el circo romano? para distraer a la opinión pública haciéndole creer que, tanto la Policía Nacional como el Ministerio Público, están dedicados en cuerpo y alma a protegernos de todos los “malos” que nos acechan. Sin embargo, ambas instituciones se tornan ciegas y sordas tratándose de presuntos delincuentes de cuello y corbata, pública y fundadamente denunciados, quienes, no sólo continúan tan campantes asaltando al Estado, sino que, peor aún, aspiran ser elegidos para desempeñar cargos de mayor importancia. ¿Qué nos pasa a los peruanos que somos tan permisivos con quienes, a ojos vistas, se apropian de nuestro dinero?

Ambas instituciones deberían aplicar a tantos funcionarios los mismos métodos que usan con los imputados por narcotráfico: que demuestren dónde obtuvieron los recursos financieros que les permitieron adquirir sus bienes y/o negocios, porque, al asumir los cargos públicos, llegaron con “una mano atrás y otra adelante”. Entonces, si laboraron para el Estado a tiempo completo percibiendo remuneraciones se sobre vivencia para ellos y los suyos, por los llamados “signos exteriores de riqueza”, de los que hacen vergonzosa ostentación, debiera ser no sólo pertinente sino obligatorio que fueran investigados tan igual como quienes se juegan la vida traficando drogas.

El reciente choque frontal producido entre el MEF y el Gobierno Regional de Lambayeque a consecuencia de la mafiosa concesión de Olmos, gestada y denunciada en esta misma página seis años atrás, es una prueba concreta que justifica el reclamo implícito en el presente. He leído en un medio que tal ministerio aduce que Olmos carece de agua, afirmación absolutamente cierta por cuanto la urdimbre se fundó en derivar el íntegro del agua del río Huancabamba a las pampas olmanas, condición que desapareció cuando el Alto Piura recuperó su derecho sobre 335 MMC (m/m 50% de la masa anual) a ser derivados en Tronera, lo que ocurrió cuando el proceso de concesión, conducido por Proinversión, “estaba en pañales”. No obstante, ¿delincuencialmente? siguió adelante como si nada hubiera sucedido. Y ahora, ¿quién y como arreglará el lío?

Personalmente denuncié documentadamente esta estafa (época Simon - Toledo) ante los titulares del MEF y Contraloría General, además de varios congresistas. Respuesta unánime: “No se oye padre”. Esta censurable permisividad de gobernantes y autoridades es sospechosa. Será acaso que prima el aserto que dice “Hoy por ti, mañana por mí”. Dicho en términos más claros para que todos entendamos: yo me hago el de la vista gorda ahora, obviando trapacerías y latrocinios tuyos, para que mañana tampoco se metan con los míos. ¿Hasta cuándo permaneceremos los peruanos indiferentes ante tan obvia realidad?

Piura, 22 marzo del 2010.
(Diario El Tiempo, 23 de marzo 2010.)