El Hombre ante los inapelables designios superiores

Luis Gulman Checa

La arrogancia del hombre se viene imponiendo sobre la formidable virtud de la humildad, la que, contra lo que pudieran pensar algunos, lejos de ser un demérito, sólo consiste en el conocimiento de nuestra pequeñez y en proceder en consecuencia. Es decir, la antítesis de quienes, por encontrarse eventualmente en la “cresta de la ola” se creen y sienten todopoderosos y por encima del bien y del mal,...

La lamentable y dolorosa tragedia que la naturaleza abatió sobre Chile, nuestro vecino país del sur, además de despertar en cada ser humano sentimientos de solidaridad y conmiseración para con los millones de personas que vivieron tan sobrecogedora experiencia que, en instantes, trastocó sus vidas sumiéndolas en el horror de contemplar a seres queridos sin vida, mutilados o heridos, además de las inmensas pérdidas de bienes materiales sufridas en un instante; debería hacernos reflexionar sobre el peso y valor de las personas, por más fantásticas y extraordinarias que algunas se consideren, frente a los insondables designios de la providencia.

Lo primero que me vino a la mente al empezar a ver las imágenes que mostraban al mundo las graves consecuencias del terremoto, fueron las lamentables y vociferantes expresiones vertidas pocos días atrás por un patán chileno ostentando un alto grado en las Fuerzas Aéreas de su país, amenazando a quien quisiera oírlo, especialmente los gobernantes de los países vecinos al suyo, que Chile estaba armado hasta los dientes y dispuesto a liquidar a quien osara atentar contra sus intereses. Es decir, la última de las bravatas de las tantas proferidas por antecesores suyos, haciéndonos recordar que su lema nacional es: “Por la razón o la fuerza”.

El brutal golpe propinado a Chile por la naturaleza, ¿habrá sido una manera indirecta de llamar la atención de todos quienes en el mundo hacen del abuso y la prepotencia sus herramientas cotidianas para lograr sus fines y preservar sus intereses? Si la gran mayoría de seres humanos cree en un Ser Supremo que determina nuestra existencia, ¿qué deberían pensar o cómo deberían asumir estas muestras terribles de poder, sembrando muerte y destrucción, que Él desata contra el hombre de vez en cuando?

Así como Dios abatió su látigo sobre Sodoma y Gomorra para despertar las consciencias de los hombres, ¿no continuará enviándonos moderados y constantes mensajes para hacernos recapacitar sobre lo pequeños que somos y lo poco que significamos sobre la faz de la tierra? Expresado de otro modo, especialmente para quienes no creen y abominan del concepto de Dios, ¿acaso no deberíamos revestirnos de un manto de humildad mostrando respeto no sólo por los demás sino también por el medio que nos acoge, mirándolo y tratándolo no como la fuente a la que debemos extraerle lo máximo que podamos para engordar más aún nuestros rebosantes bolsillos, sino el lugar en el que deberán vivir, en paz y cómodamente, quienes nos sucedan?

La arrogancia del hombre se viene imponiendo sobre la formidable virtud de la humildad, la que, contra lo que pudieran pensar algunos, lejos de ser un demérito, sólo consiste en el conocimiento de nuestra pequeñez y en proceder en consecuencia. Es decir, la antítesis de quienes, por encontrarse eventualmente en la “cresta de la ola” se creen y sienten todopoderosos y por encima del bien y del mal, como el patán señalado líneas arriba, hasta que el destino, que no avisa antes de golpear, desmonta a los cretinos de su alado corcel tirándolos a tierra.

Roguemos porque nuestros vecinos, contando también con la solidaridad y ayuda material de todos los países que puedan hacerlo, además de su propio empuje y probado empeño y valor; salgan lo más pronto posible de tan amargo y doloroso trance. Pero, asimismo, confiemos que tan duro golpe propinado no en los confines de la tierra sino acá no más, a la vuelta de la esquina, sirva para que los peruanos y, muy especialmente, nuestros gobernantes y autoridades, recibamos un baño de humildad que nos permita “poner los pies sobre la tierra”.

Piura, 01 marzo del 2010.
(Diario El Tiempo, 2 de marzo 2010)