¿Cómo medir el éxito de las personas?

Luis Gulman Checa

Sería muy difícil lograr consenso sobre qué parámetros aplicar para crear una escala que mida el éxito personal, pues, mientras unos privilegiarán, por ejemplo, la figuración política, otros darán prioridad a la posición económica representada por la calidad y el número de vehículos que conduce, las vueltas que dio al mundo o la magnificencia de sus residencias. Asimismo, algunos pondrán por delante la armonía y comprensión imperante en el seno de la familia que formó o la labor social o profesional desarrollada en beneficio de la comunidad y, así, hay infinidad de otros indicadores o señales que podrían usarse para establecer esta prelación. Ejemplo para graficar la idea: ¿Henry Ford está por encima de la Madre Teresa o ella superó al genial industrial?

La idea de escribir el presente se generó pocos días atrás luego de preguntarle a una persona cómo estaba o qué era de la vida de un pariente suyo muy cercano y que por un tiempo estuvo relacionado con mi propia familia; respondiéndome que estaba macanudamente bien, como lo demostraba el hecho que acababa de comprarse otro yate, coligiéndose que, por lo menos, poseía dos.

Le respondí que no le preguntaba por su situación económica porque desde niño demostró que jamás le faltaría dinero, sino me refería a cómo había discurrido su existencia por cuanto sabía que su segundo matrimonio también fracasó rápida y estrepitosamente, por lo que, como siempre le tuve simpatía, quería saber cómo iba en un aspecto tan importante para la vida como es el afectivo. La respuesta: Ah no, sigue solo y ni de a vainas se volverá a casar. Ante tal manifestación, cerré la conservación con el siguiente comentario: entonces sigue hasta los coj...

El tema es controvertido porque evidentemente la mayor parte de las personas asocia la calidad personal a la prosperidad económica, es decir, el éxito en la vida dependería directamente de la cantidad de dinero que se logró acumular. No obstante, anecdótica pero realmente, recuerdo a una tía, por los años de vacas flacas que siguieron a la reforma agraria, pregonando lo siguiente: “para tener plata hay que ser un animal, miren a fulano de tal (decía el nombre), es una bestia y está lleno de plata”. Es evidente que mi referida tía se guiaba por parámetros distintos al económico para valorar a las personas. Además, antiguamente - algunos alcanzamos a beber de tan delicada fuente asimilando la enseñanza - no sólo era de pésimo gusto hablar de dinero o que éste marcara la agenda de la conversación, sino que quienes así lo hacían eran catalogados como personas de muy bajo nivel. Ejemplo actual para graficar la idea: Acabo de reemplazar las llantas de mi flamante BMW por estas fabulosas MYX-8000 que me han costado US $ 1,500 cada una. Estimado lector, ¿qué opinión le generaría quien así se expresase, en especial si nadie le formuló pregunta alguna al respecto?



Este desenfrenado apetito por el dinero que cada vez gana más adeptos, al extremo que prácticamente es el eje sobre el que giran la mayor parte de conversaciones en ciertos círculos, desgraciadamente está originando que cada vez más personas dejen en un segundo o tercer plano el bien más precioso que casi todos tenemos la oportunidad de lograr: los hijos, por cuanto para las personas normales no debería haber bien o apetito alguno que merezcan más atención, cuidado y empeño que el prodigado a los hijos.

No obstante, constatando cómo va discurriendo ¿degenerando? nuestra existencia, ¿sería dable afirmar que los padres viven por y para los hijos? La respuesta es no, por cuanto el simple sentido común nos indica que la dedicación y el celo de éstos tendría que verse reflejado en el comportamiento de los hijos, y, claramente, éste es cada vez más promiscuo y deprimente, no sólo por la imparable proliferación de pandillas - porque cada desdichada criatura de aquellas, en la práctica no tiene padres - sino por tantas otras muestras, como, por ejemplo, constaté pocos días atrás al pasar por un grifo cercano a la urbanización San Felipe que, para decirlo claramente, me dio la sensación que se trataba de un lupanar al aire libre, impresión acentuada al oír expresiones de muchachos y jovencitas. Francamente, si estos cuasi deficientes mentales serán los hombres y mujeres del futuro, me atrevería a afirmar que el mundo se dirige derecho al car...

A propósito, a modo de dato para la autoridad policial y la señora alcaldesa, “dueña” de la ciudad y responsable de lo bueno y malo que suceda, ¿acaso no está prohibido libar en la vía pública? y, asimismo, ¿no constituye delito debidamente tipificado expender bebidas alcohólicas a menores de edad?

Piura, 13 enero del 2010
(No publicado en Suplemento Semana del Diario El Tiempo)