POLITICA Y CIVILIZACION

Luis Gulman Checa

Antes de entrar en materia, recordemos la definición de ambos conceptos:
Política: Arte de gobernar. Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. Cortesía. Inteligencia. Habilidad.
Civilización: Conjunto de costumbres, ideas, ciencias, artes, etc., que constituyen y caracterizan el estado social de un pueblo o raza.

Creo que todos estaremos de acuerdo en que una de las mejores varas para medir el grado de civilización alcanzado por un país, pueblo o lugar, son las formas y modos dentro de los cuales se circunscriben las imprescindibles campañas electorales, sin las cuales no contaríamos con gobernantes. ¿Una contienda electoral tiene que estar plagada de diatribas, insultos y “patadas” propinados entre los candidatos o, por lo contrario, debería basarse en el diálogo entre cada uno de ellos con el electorado explicando su visión del futuro y el camino que debería recorrerse para alcanzarlo?

Es por ello triste y lamentable el bochornoso enfrentamiento, más propio de pandillas conformadas por abandonados y desadaptados jovencitos, entre dos segmentos escindidos del partido que fue el más señero del país. Si faltando aún más de ocho meses para volver a pasar por las urnas y con la campaña electoral en ciernes, ya se produjo tan vergonzoso y fratricida enfrentamiento, con golpes, patadas, arañazos e insultos, disputándose unos cuantos metros de pared para ensuciar - afeándola más aún si ello fuera posible - nuestra maltratada ciudad de Piura, ¿qué niveles de salvajismo presenciaremos en el lapso que resta hasta el tres de octubre, día de las próximas elecciones municipales y regionales?

Un primer comentario se refiere a la implícita y absoluta falta de respeto a la ciudadanía reflejado en ese estilo de “hacer política”. ¿Acaso los electores somos tan ineptos e incapaces que es necesario atentar contra nuestro entorno ensuciándolo con pintas, carteles y pancartas machacando y reiterando nombres y partidos para que votemos por ellos? Lo racional y civilizado parecería ser que los candidatos difundan a viva voz, razonando y departiendo con los electores, qué acciones, cómo y apoyados por qué personas, desarrollarían si llegaran a ser elegidos, lo que, cualquiera entiende, es imposible hacer manchando paredes.

No obstante, el insulto a la ciudadanía se torna más agraviante cuando aparecen candidatos ¿dadivosos? repartiendo alimentos entre los electores de los sectores más humildes de nuestra sociedad. ¿Qué debería sentir una persona hacia un candidato que le entrega un tarro de leche o una bolsa de arroz, azúcar, frejoles o fruta, con la obvia intención de comprar su voto con tan miserable dádiva? Si, finalmente, a consecuencia de ese obsequio, probablemente mal habido, lo favoreciera con su voto; sabríamos que continuamos en serios problemas al revelar que un sector electoral aún no está en condiciones de coadyuvar a nuestro
desarrollo votando de acuerdo a los dictados de su consciencia.
No obstante, debemos ser optimistas confiando que, así como rápidamente asimilamos, adoptamos e imitamos los usos y costumbres que nos llegan de otros países ¿mejores que nosotros? y que van cambiando nuestro modo de vida: dinero plástico, teléfonos celulares, música, ropa, comida rápida, etc., ¿por qué diablos no podemos imitarlos también copiando sus modales alturados y civilizados de hacer política, donde los candidatos no se destrozan a dentelladas entre sí cual perros famélicos disputándose un hueso sino, civilizadamente, difunden entre el electorado sus puntos de vista para que éste elija como crea más conveniente para él, los suyos, su localidad, región o país?

Finalmente, un necesario comentario dirigido a quienes, desempeñando acciones de gobierno, han sido infectados por el bicho del enquistamiento, cuyo síntoma más notorio es su desesperado afán por continuar atornillados en el cargo aún a costa de delinquir incurriendo en malversaciones y peculados. Una primera y obvia especulación al respecto se refiere a que necesitan seguir ahí para evitar que, de ser reemplazados, se “destape la olla” sacando a la luz toda la porquería que contiene, lo que acarrearía graves consecuencias no sólo a la cabeza sino también a su entorno. Es por ello que podría haber casos en los que se estaría siguiendo la táctica usada con el Cid Campeador: estando la autoridad vigente no sólo harta sino deseosa de “irse a su casa”, es su entorno, al mismo tiempo temeroso por lo que podría venir como deseando seguir exprimiendo al Erario, el que en la práctica lo conmina y obliga a tratar de seguir en el cargo.

Piura, 01 febrero del 2010.
(Publicado en Diario El Tiempo el martes 2 de febrero 2010)