DEMONIZANDO A DINA

 

(Piura, 23 abril 2024)

 

Luis Gulman Checa

 

La edición de “Perú.21” de la víspera, apareció con una encuesta de Ipsos revelando que la corrupción y la inseguridad ciudadana son percibidos como los principales problemas del país. Sin embargo, el epígrafe de la nota dice así:

 

Dina Boluarte trabaja “de manera ineficiente” para el 93 %.

 

¿Sería dable afirmar que Dina se encuentra a la altura, por ejemplo, de Ángela Merkel? Ni pensarlo, por cuanto, está a años luz hacia abajo. Sin embargo, basta echar una mirada a nuestro pasado reciente para concluir que solo un desquiciado podría culparla por el actual estado de cosas, el cual, para nuestra desgracia, es una real vergüenza mundial.

 

Sugiero a Ipsos realizar una encuesta con la siguiente única pregunta:

 

¿Qué opinión le merecen los dirigentes y/o propietarios de los “partidos políticos” que propusieron a la larga recua de corruptos, ignaros e impresentables en el último proceso electoral como aspirantes al Congreso?

 

Pienso que los adjetivos pronunciados serían irreproducibles, tanto por la crudeza de los mismos como por las, inaceptables, connotaciones referidas a las progenitoras de tantos “líderes”. Así, entonces, ¿dónde debiéramos dirigir la mirada si queremos hallar el foco de la podredumbre que nos ha puesto al borde del colapso, a Palacio o al Congreso?  

 

Un atisbo de cómo se podría librar al país de la mortal infección representada por el Congreso, nos ha llegado de nuestro vecino del norte al irrumpir violentamente en la embajada de México, país que, zurrándose en las normas internacionales, había dado asilo a un delincuente. Así, entonces, quien debiera ser repudiado por la comunidad internacional es el país de Cantinflas.

 

El mismo criterio debiera aplicarse en nuestro país, pues, el pretender hacer prevalecer la Constitución y preservar la (maldita para el Perú) democracia; deviene en supina estupidez, dado que no otro calificativo merece la apatía e indiferencia ante la comprobación que el Congreso, al igual que la embajada mexicana en Quito, alberga no a uno sino a incontables delincuentes, empezando por los in calificables rapiñadores del sueldo de sus trabajadores.

 

La duda es la siguiente:

 

¿Quién lidera el movimiento para tratarlos cual perros sarnosos?