EL AGUA REGULADA (III)

Luis Gulman Checa

Antes que el PECHP  desarrollara el Bajo Piura, los agricultores, para regar,  requerían equipos de bombeo que captaban el agua del cauce del río o de canales profundos. Además, se la pasaban prendiéndoles velas a los Santos de su devoción para que  lloviera. En conclusión: no sabían cuándo  regarían, pero, cuando lo hacían, debían gastar operando sus equipos.

Está claro, entonces, que   el agua valía mucho, al extremo que  era considerada  “oro líquido”  aprovechándose al máximo sin importar si era día o  noche, Semana Santa, Navidad o cumpleaños. Siendo un bien escaso e indispensable  para la vida,  se le sacaba el jugo.

Imaginemos que mediado el siglo pasado alguien  hubiera   ofrecido a los agricultores  agua permanente y  por gravedad, pero como no era santo ni tonto, hubiera pedido un pago a cambio. La propuesta no solo habría sido aprobada  por unanimidad, sino muchos  habrían considerado elevarlo a los altares.

Resulta que tal milagro sí lo realizó el Estado empleando dinero de todos los peruanos. Pero, fatalmente,  a diferencia del imaginario  que sí pidió un pago, éste no fue capaz de mirar más allá de sus narices  entregando un bien valiosísimo a cambio de nada. Este bárbaro error u omisión (en realidad los responsables tienen o tenían nombre y apellido), tiró por el desagüe la “cultura del gran valor del agua” imperante en la zona, y  quienes estaban habituados a limpiar  canales y  operar sus equipos de bombeo cuando buenamente había agua; se adaptaron a la nueva boyante situación  olvidando que el agua “valía oro”.

Fatalmente toda obra construida por el hombre requiere ser operada y mantenida, lo que significa una permanente inyección de recursos (dinero) para que siga funcionando. En este caso, por ejemplo, la aplicación permanente de agua hizo indispensable la construcción de un complejo sistema de drenaje, porque, de lo contrario, la “bendición” de la abundancia de agua se  trocaría en la “maldición” del  ensalinamiento, lo que, fatalmente, se produjo al desaparecer dicho sistema por absoluta falta de mantenimiento.

Entonces, además de regalar el agua, ¿el Estado (todos nosotros) tendrá que gastar en reconstruir y mantener el sistema de drenaje para beneficio de unos cuantos bendecidos que continuarán malgastando el AR?