INTERPELACIÓN A ELEODORO MAYORGA
Luis Gulman Checa
13 setiembre 2014
El día de ayer concurrió al Congreso, a responder
un pliego interpelatorio, el titular del Ministerio de Energía y Minas. Gracias
a una fuerte gripe me guarecí temprano y aproveché para ver en vivo buena parte de su intervención, lo que me
permite adelantar que el señor está ampliamente capacitado para el cargo.
En primer lugar, los asuntos que ve el MEM
son especializados y no sé cuántos congresistas, si hubiera alguno, conoce el
tema para esgrimir argumentos válidos, diferentes a los ridículos que pretenden
condenar al ministro porque habló o dejó de hacerlo con fulano o sutano. ¿Acaso
no es natural y absolutamente necesario
que los funcionarios públicos cambien ideas y alternen con representantes del
sector privado? Claro, si una persona es congénitamente corrupta y dedicada a
robar y enriquecerse a cualquier costo, seguro pensará que todos son como ella.
En realidad, a mi juicio, el ministro pecó
por condescendiente. Es sabido que en las Cámaras los oradores, siempre y en
todos los casos, se dirigen a quien preside, al extremo que, cuando deben
responder el comentario de un tercero dicen: “Por intermedio de la presidencia,
bla, bla, bla,”. Comparemos, cuando usted
acude al despacho de alguien y, mientras expone su tema el dueño de casa recibe
una llamada telefónica y la responde, ¿usted continúa hablando o calla? Por
supuesto que calla, por lo que jamás ha dejado de sorprenderme que los
expositores en la Cámara siguen hablando cuando quien preside, haciendo alarde
de pésima educación, toma el teléfono
desentendiéndose de la persona que se está dirigiendo a él. Seré feliz el día
que alguien, con todos sus órganos bien puestos, quede mudo hasta que el insolente, cuelgue el teléfono.
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Otra situación que me causó gran vergüenza ajena,
fue constatar lo vacío que estaba el hemiciclo mientras el ministro respondía
el pliego. ¿Acaso los escaños votan? Hubiera sido formidable que el ministro, al
verlo tan desolado, hubiera agradecido a la presidencia por la invitación pero
que, habida cuenta la brutal falta de quórum, optaba por retirarse, mandándose mudar.
La desaparición de los congresistas de sus “puestos
de trabajo” es punible y vergonzosa, en primer lugar para ellos mismos porque
abona a la opinión generalizada que el Congreso está plagado de infelices,
corruptos e incompetentes. Si se ha hecho tanto escándalo por las “inconductas”
del ministro, al extremo que el “honorable” Congreso decidió interpelarlo,
¿acaso no es del más elemental sentido común que nuestros modernos “Catones”
estén ávidos por oír lo que tenga que decir el funcionario al que ellos cuestionan?
Si tuvieron la desfachatez de mandarse mudar
y no oírlo, ¿en qué se basarán para marcar verde o rojo cuando su censura se
ponga al voto?