GUERRA A LA
CORRUPCIÓN = NO REELECCIÓN
(28 octubre 2014)
Luis Gulman Checa
Reflexionando sobre la reciente medida
aprobada en primera instancia por el Congreso prohibiendo la reelección
inmediata para presidentes y vicepresidentes regionales, así como alcaldes
distritales y provinciales; debemos concluir que, según los padres de la
patria, el Perú está infectado hasta el
tuétano de corrupción generalizada. ¿Por
qué? Por cuanto tal decisión se adoptó para que tales autoridades electas roben un solo
período y así, otros ciudadanos tengan la posibilidad de clavar sus sucias uñas
en las cajas fiscales puestas a su disposición, es decir, la diversificación de
la corruptela.
Aunque resulte redundante aclararlo, lo
expresado no quiere decir que todos los funcionarios aludidos sean corruptos,
aunque, lamentablemente, habría que ser sordo y ciego para no saber que un porcentaje
indeterminado de ellos sí lo es.
Esta decisión del Congreso, analizada desde
otra óptica, colisiona con la supuesta inteligencia y sentido común del electorado
nacional, por cuanto lleva implícito el reconocimiento que somos incapaces de elegir la mejor opción.
Dicho de otro modo, podemos ser tan bestias que a sabiendas elegimos ladrones
congénitos una y otra vez para que se ceben depredando el erario.
Entonces, si tácitamente está aceptado que la
corrupción ya es consustancial con nosotros, la decisión congresal comentada no
frenará la corrupción y más bien la incrementará por cuanto cada nueva autoridad accederá famélica y ávida por saciarse apropiándose de nuestros recursos.
La mejor medida a tomar, reitero, es eliminar
la obligatoriedad del voto, lo que redundará en que ejercerán tal derecho las
personas ubicadas en la parte más alta de la imaginaria pirámide social. Así,
desaparecerán del mapa la gran cantidad de “ciudadanos” que votan guiados por
una de dos razones, o ambas: a favor de quien hace ostentación de más
propaganda (“invierte” más) o por quien le regaló una bolsa de lentejas o un
tarro de leche.
Por supuesto que mil veces mejor sería
eliminar la elección de tales autoridades y volver al sistema antiguo: que el
gobierno nacional, que también fue elegido, se encargue de designarlas.
Reflexionemos sobre la absurda situación
actual: El país gasta un dineral en la organización de los procesos
electorales, los que encumbran a un número indeterminado de ciudadanos que
depredan el erario, es decir, el país pierde por angas y mangas.
¡Sencillamente absurdo!