PIURA: ¿DONDE ESTAN LOS PIURANOS?

PIURA: ¿DÓNDE ESTÁN LOS PIURANOS?

Luis Gulman Checa

El pasado feriado largo viajé a la ciudad de Guayaquil y, a pesar que mi estadía fue grata y reconfortante, emocionalmente me hizo mucho daño porque la envidia que sentí estuvo a punto de mandarme a mejor vida. No es la primera vez que experimento tal sensación, pues ya me había pasado visitando otras ciudades del hermano país así como algunas del nuestro; sintiéndome entre frustrado e indignado ante la abismal diferencia que media entre la calidad de sus gobernantes frente a la atroz inopia de los nuestros.

¿Qué maldición se habrá abatido sobre nosotros para que, mientras los vecinos progresan sin pausa, nuestra ciudad se sume cada vez más en los negros abismos del caos, anarquía, suciedad, pestilencia y desgobierno? Lo más triste y preocupante es que la comparación ni siquiera es con poblaciones distintas a la nuestra por razones de origen, raza o religión, desde que compartimos todas estas características. Entonces, la única explicación plausible para tan lamentable y deprimente fenómeno, es que, por alguna extraña razón, nuestro mal radica en que ya no existen piuranos de bien dispuestos a jugarse enteros por el progreso y bienestar de sus conciudadanos.

Como habían transcurrido siete años desde mi última visita a Guayaquil, desde que desperté ante su imponente Terminal Terrestre mi subconsciente empezó a registrar comparando su desarrollo con el de mi querida y vapuleada Piura, pues, si ejercitáramos nuestra memoria, concluiríamos que el proyecto y/u oferta permanente de campaña de todos quienes aspiran a gobernarnos referida a la construcción del ¿manoseado? Terminal Terrestre, bien puede haber cumplido Bodas de Plata sin que haya avance alguno al respecto. Sin embargo, allá, sin alharacas ni aspavientos pero derrochando capacidad y visión, levantaron uno magnífico en pleno centro de la ciudad conectado con avenidas de gran capacidad que permiten la entrada y salida de buses sin problema alguno.

No creo ser capaz de explicar lo disminuido y acomplejado que me sentí al transitar por Guayaquil - gracias al cariño de mi primo Javier y de Rucha, su esposa - plagada de semáforos que funcionaban cual relojes suizos y, muy importante, siendo absolutamente respetados por los conductores. Mientras recorríamos las amplias y muy bien pavimentadas avenidas sentía que algo no cuadraba, que lo que veía no podía ser real, que era anti natural; hasta comprender que quien andaba mal era el suscrito porque, como sin duda nos pasará a muchos, estoy contaminado por los ¿virus, plagas, bacterias? que significan las motos lineales, mototaxis, ticos y combis que nos han acostumbrado a vivir inmersos en el caos y otras lacras, pues, como usted ya lo habrá adivinado, no vi un solo vehículo equiparable a los que aquí nos asolan.



Mas, ¿acaso la falta de medios de transporte como los nuestros atenta contra la población menos favorecida que no puede movilizarse? Ni lo sueñe, porque Guayaquil cuenta con un sistema de transporte masivo que es el Metrovía con una extensión de 72 Km atravesando toda la ciudad, conformado por buses articulados que circulan por vías libres y propias con paraderos perfectamente ubicados y acondicionados para comodidad de los pasajeros y, lo más importante, con un boleto muy barato. Este sistema, que cubre toda la ciudad, está complementado por otras líneas de buses más pequeños que hacen de alimentadoras, de modo que es muy fácil, cómodo y ordenado trasladarse de cualquier punto de la ciudad a otro. ¿Cómo pudieron lograr semejante maravilla? Porque tuvieron la suerte de contar con gobernantes adornados con la doble c: capacidad y coj...

El Municipio de Guayaquil, años atrás, estaba tan infectado como el nuestro hasta que cayó en manos de una persona de “pelo en pecho” quien, recién elegida, cerró sus puertas hasta erradicar todo lo que sobraba y, a partir de ahí, empezó a funcionar como corresponde: para servir a la ciudadanía y no para vivir cual parásito que le chupa la sangre al pueblo sin darle nada a cambio. Tan cierto es lo afirmado que allá, aunque parezca cuento de ciencia ficción, el primer día útil de cada año empiezan a formarse colas de ciudadanos deseosos de cancelar por adelantado los arbitrios y gabelas municipales anuales con el aliciente de un módico descuento, dejando así bien sentado su apoyo y respaldo a la eficiente labor de sus autoridades. Piense en su caso, estimado lector: ¿acaso no es verdad que cuando usted paga a puchos estas contribuciones, se siente estafado?

Sin embargo, como corresponde comportarse a quienes aman a sus pueblos y a pesar de los impresionantes avances en servicios, edificaciones y estructuras viales repartidas por toda la ciudad: increíbles limpieza pública y orden, el formidable Malecón 2000, túneles, pasos a desnivel, flamantes avenidas de varios carriles, etc., los ciudadanos no están satisfechos y se quejan, exigiendo y pidiendo más; reclamos todos oídos por las autoridades responsables que continúan trabajando y esforzándose por engrandecer su ciudad. Así, parafraseando a Nuestro Señor, provoca también implorar: ¡Padre Nuestro, por qué nos has abandonado!

Piura, 14 octubre del 2009.

Publicado en suplemento "Semana" del diario "El Tiempo" de Piura.