¿QUIÉN MORALIZA A LOS MORALIZADORES?
(14 mayo 2014)
Luis Gulman Checa
La frase del epígrafe pertenece a Haya de la
Torre, confesando no recordar en qué contexto o circunstancia fue pronunciada.
No obstante, hoy en día, habiendo transcurrido décadas desde que fue dicha,
tiene más vigencia que nunca porque los “moralizadores”, dígase Poder
Legislativo, están más podridos y nauseabundos que nunca.
Hagamos un ejercicio de imaginación. Usted,
estimado lector, es un presidente regional o alcalde tan electo como los
“moralizadores” pero con una gran diferencia: casi seguro llegó al cargo con más votos a su favor que quienes
van a escudriñarlo, lo que pondría en discusión quién tiene más legitimidad.
Esta situación se agrava cuando, en caso hubiera asistido a la
convocatoria/invitación que le formuló
la Comisión de Fiscalización, pasea la mirada por el antro, perdón, ambiente en
el que está reunido y empieza a reconocer rostros que han protagonizado
diversos “líos de callejón”, cuando no claras trapacerías, hechos
descalificadores en quienes integran una
institución como debería ser un auténtico Congreso Nacional.
Se instala con sus asesores mientras van
acudiendo los “moralizadores” hasta que, finalmente, ingresa quien preside la Comisión.
Pero ¡Oh sorpresa! ¿Quién la preside? Un señor cuyos méritos y cualidades no me
atrevería a discutir porque los desconozco pero que, incongruente y fatalmente, es
acólito y/o seguidor de Luis Castañeda Lossio, el mismo Jefe de Pliego de la
Municipalidad Metropolitana de Lima que permitió que sus funcionarios de confianza se embolsicaran m/m 24 millones de
soles de su presupuesto y él ni supo ni
se enteró de nada.
Ello sería irrelevante si la citada persona
estuviera procesada o encarcelada, pero no, pues nada menos que el mismísimo Tribunal
Constitucional lo liberó absolutamente de toda responsabilidad y anda no solo
libre y campante sino tentando volver a ocupar el cargo del que permitió el
robo de semejante suma “sin darse cuenta”.
Con estas reflexiones revoloteando en su
cabeza, usted, mi estimado, tendría que
pensar algo así: ¿Qué diablos hago acá
sometido a esta recua de sinvergüenzas? Y también, ¿acaso el Congreso no debería empezar investigando y sancionando los
grandes delitos, obviamente perpetrados por los “peces más gordos”, en vez de
preocuparse por mí que administro un presupuesto miserable?
A continuación tendría que ponerse de pie,
mandarlos a rodar e irse a casa.