LA INDIGNACION DE NIDIA VILCHEZ

Luis Gulman Checa

A raíz de las disculpas públicas ofrecidas por el suboficial de la FAP, Víctor Ariza, a familiares, gobernantes y a la ciudadanía peruana en general luego de ser descubierto y detenido por espiar durante varios años a favor de Chile; doña Nidia Vílchez, “madre de la patria” y ministra de la Mujer, espetó furibunda la siguiente frase: “El país no acepta las disculpas de un traidor a la patria”.

Personalmente, no tengo nada que objetar o añadir respecto de tan lapidaria sentencia, pero tampoco echaré más “leña al fuego” sobre la triste y repudiable acción del suboficial, debiendo sí expresar mi solidaridad con los suyos, absolutamente inocentes frente a sus acciones, ante el infierno que se habrá abatido sobre ellos, y quienes, imagino, muy probablemente hubieran preferido asistir a su sepelio antes que soportar semejante deshonra.

Para terminar con el caso del espía - recordando que el espionaje es tan viejo como la humanidad y fundamental para los gobiernos - que, por la tremenda cobertura que viene recibiendo parecería ser asunto vital para el futuro de nuestro país; sería deseable se le diera el tratamiento que en verdad merece, evitando así que, mientras todas las miradas se centran sobre esta “gran hoguera mediática”, los incontables “traidores” de otra índole y jaez sigan haciendo de las suyas asaltando el erario utilizando los tantos mecanismos a su disposición, como, por ejemplo, construyendo carreteras fantasmas e innecesarias por motivos inconfesables o ejecutando obras con nombre propio evidenciando una obvia venta de posición política: “Yo te construyo tal puente y tú me pagas tanto”. Por ello, invoco a nuestro Señor nos dé la capacidad de indignarnos frente a todos los traidores, no sólo contra los que espían a favor del vecino del sur.

Formuladas tales reflexiones retorno al personaje que motiva el presente, doña Nidia, preguntándole, muy respetuosamente, ¿cuánta indignación sintió y dónde y cómo la expresó, al enterarse de la traición de su colega y congénere, doña Tula Benites - por tener un fantasma en su oficina embolsicándose su remuneración -, a la sazón congresista representando nada menos que al departamento de La Libertad, cuna del Maestro y del Partido.

Me refiero a la inconducta de la señora liberteña, a pesar de que podría aludir a las de otros varios congresistas de igual o peor calaña que ella, porque supongo que mayor deberá haber sido su indignación al constatar que una compañera, que mamó y se nutrió de las mismas fuentes luminosas que hicieron de doña Nidia una persona digna y honrada; manchara tan feamente no solo al Partido sino también la memoria de Víctor Raúl. Personal y figurativamente, por cuanto en el Perú está abolida, considero que la infractora se hizo acreedora a una real “pena de muerte”, aunque apenas pudo ser echada del Partido.

De otra parte, el desenmascarar al suboficial Ariza debería hacer reflexionar y “poner los pies sobre la tierra” a tantos compatriotas ¿ilusos? que, ante el inusitado y desmesurado afán por armarse demostrado por el pueblo chileno - porque es una payasada más sostener que los “halcones” de allá se arman a espaldas o contra la voluntad popular para robar como sí hicieron acá los militares fujimoristas -, como si tuviera una guerra a la vista contra China, Rusia o ambas potencias juntas; no quieren aceptar que, para Chile, su único real y potencial enemigo es el Perú.

Si revisamos la historia reciente hallaremos que el padre del Chile moderno, pujante y camino al primer mundo - según lo dijo nuestro Presidente -, el General Pinochet, no sólo es el gestor de la imparable carrera armamentista chilena porque promulgó la “Ley del Cobre” asignando anualmente grandes sumas de dinero a sus FF AA, sino también afirmó enfáticamente en sus tratados sobre Geopolítica que la frontera natural de Chile era Arequipa.

Formulo una pregunta a modo de reflexión: ¿no hubiera sido una maravilla que en vez que Estados Unidos de Norteamérica se arreglara con los colombianos para establecer allá sus bases militares, lo hubieran hecho con nosotros por un período de unos cien años para, ahí sí, zurrarnos en el armamentismo chileno viendo cómo se iba enmoheciendo y echando a perder por falta de uso? Por lo menos así hubiera desaparecido el peligro latente de continuar viendo cercenado nuestro territorio, como sucedió en cada enfrentamiento bélico que afrontamos.

Piura, 20 noviembre del 2009.
(Publicado en diario El Tiempo el día 24 de noviembre)