Mantaza de lobos: ¿Crimen ecológico o defensa propia?

Luis Gulman Checa

La reciente matanza de cientos de lobos marinos varados en la playa de Colán - de aparente autoría de pescadores afectados - estaría siendo enfocada por las autoridades de los sectores competentes como un crimen ecológico que debe investigarse hasta las últimas consecuencia para aplicar todo el peso de la ley a los “criminales” que liquidaron animales pacíficos y espléndidos, verdaderos regalos de la naturaleza, que adornan buena parte de nuestro litoral.

No obstante, como casi todo lo que acaece en el mundo, este hecho debe enfocarse bajo diversas ópticas. Así, estos animales también se alimentan y lo hacen devorando pescado. Entonces, deberíamos preguntarnos cómo y por qué la alimentación de estos grandes mamíferos marinos ahora sí afectaría a los pescadores cuando ambos, lobos y hombres de mar, han cohabitado sin problemas desde siempre.

La obvia conclusión sería que, así como van surgiendo disputas por doquier en el mundo arranchándonos los cada vez más escasos recursos de toda índole; también en nuestro antaño pródigo mar se habría declarado una guerra mortal, disputándose los raleados cardúmenes entre los voraces y formidables lobos que destrozan las redes en busca de alimento, y los directamente damnificados por ello: los pescadores.

Si lo descrito reflejara la realidad, deberíamos analizar las razones que originaron tan inédita situación y, probablemente, concluiríamos que se debería a la acción depredadora de la más salvaje, voraz y destructora criatura que Dios puso sobre la tierra: el hombre. ¿Por qué? Por cuanto, empujados por nuestro irracional e insaciable afán de lucro, nos excedimos en los volúmenes racionales de pesca rompiendo los ciclos biológicos imperantes en la naturaleza y, ahora, de no establecer urgentes medidas correctivas, corremos el riesgo de que, en el futuro, quizá no dispondríamos ni de “estrellas de mar” para alimentarnos.

Cinco o hasta tres décadas atrás, antes que nuestro mar fuera tomado por asalto y depredado tan igual como, por ejemplo, viene sucediendo ahora mismo en el otro extremo del país, en Madre de Dios, asolada por los extractores de oro; el mar de Paita era surcado por manadas de delfines, manta rayas, tiburones y ballenas; asimismo, las redes de los pescadores artesanales rebosaban de lenguados, corvinas, pámpanos y sucos; otros días los meros eran tan grandes que parecían venir de la prehistoria; las lanchas paiteñas tornaban colmadas del formidable pez espada; eran, además, épocas en que la merluza, cuando alguna caía en la red, era echada al mar “por aguachenta e incomible”. Ni qué decir, por supuesto, de la abundancia de langostas y otros mariscos. En fin, comparativamente con el infierno actual, vivíamos en el paraíso. Por si hubiera algún escéptico, aclaro que no estoy copiando alguna novela de Julio Verne, sino plasmando en el papel lo que captaron mis ojos y archivó mi mente.
Asimismo, en contraposición a la lobuna invasión que empezó tímidamente m/m 15 o 20 años atrás, por Colán no aparecían jamas estos animales, sin duda porque les bastaba echarse al mar desde las costas rocosas en las que viven, al sur de Paita, para hartarse de pescado tras unos cuantos aletazos.

¿Qué ocurrió para producir cambio tan brutal que, ahora, además de que la guitarra adquirió rango de exquisitez, cuando alguna red atrapa un escuálido suco se hace fiesta en la playa?

Probablemente que, a raíz de que Paita - de la que siglos atrás se afirmaba que iluminaba el mundo por ser el centro de la caza de la ballena - se convirtió en el primer puerto pesquero del mundo, según la propaganda de la época del gobierno de la Fuerza Armada; empezó a ser asolada, depredada y suciamente contaminada, no sólo ante el silencio sino con la evidente connivencia venal de funcionarios instalados, como casi siempre sucede, muy lejos de nosotros: en Lima, la ciudad capital.

¿Hemos ganado o perdido con el crecimiento exponencial de la industria de la pesca en Paita? Esto deberían analizarlo y responderlo los expertos, porque en la balanza habrá que colocar en el platillo del haber los puestos de trabajo y jornales pagados en el tiempo por armadores y procesadores, así como otros beneficios colaterales; mientras que, en el debe, además del desastre generado en el mar, una de cuyas peores consecuencias debe ser la preeminencia de la ¿asquerosa? pota, antaño absolutamente inexistente como “fruto del mar”; habrá qué considerar dónde quedó o cómo se evaporó el Canon Pesquero que legalmente nos corresponde y que debería ser muy superior al recibido por nuestro petróleo, ingreso propio regional que se nos viene birlando ante el absoluto silencio ¿cómplice? de nuestras autoridades competentes.

Piura, 17 noviembre del 2009.
(Publicado el 29 noviembre en suplemento Semana del dirio El Tiempo)