PARA REFLEXIONAR

 

(Piura, 22 1bil 2023)

 

Luis Gulman Checa

 

La fotografía aparecida en portada de “El Tiempo”, edición de la víspera, mostrando un flamante tramo de defensas ribereñas,  muy cerca del puente Cáceres, HECHO MIERDA; si tenemos una pizca de sentido común y m/m normal capacidad de razonamiento, debería llevarnos a la siguiente conclusión:

 

De seguir vigente la amarillista ola de alarmismo, acogida estúpidamente por medios de toda laya, los pícaros y rateros seguirán haciendo de las suyas embolsicándose dinero del erario en sus sucios bolsillos, zurrándose, criminalmente, en las razones que aducen los impulsan: LA SEGURIDAD Y PROGRESO DE LOS PIURANOS.

 

Formulémonos la siguiente interrogante obligada hasta para un imberbe:

 

Si después del desborde del 2017 se contrató un Estudio Integral para Manejar la Cuenca del Río Piura (m/m), ¿por qué, se empezaron a llevar a cabo obras a tontas y a locas, y, peor aún,  encargadas a entes absolutamente incompetentes, como, por ejemplo, defensas ribereñas a la Municipalidad de Piura?

 

Nada más ni nada menos que por el ansia de rapiñar el erario. Lo que debe aumentar nuestra vergüenza es que los piuranos responsables de ello no solo son rateros sino también ignaros absolutos. ¿Por qué? Por ser perfectamente factible robar y realizar obras públicas útiles y bien construidas. ¿Ejemplo? La derivación de las aguas del río Huancabamba a las Pampas de Olmos.

 

Personalmente, considero sería fatal que el Ejecutivo accediera a las exigencias expuestas por las ¿autoridades? durante el reciente y ridículo paro indefinido, las que quedaron plasmadas en el discurso, ni más ni menos, que del arzobispo Eguren (¿algún piurano votó por él? No se requiere ser un genio para entender que poner dinero en manos obviamente ávidas por recibirlo equivale a tirarlo, figuradamente,  por el desagüe, aunque, realmente, tal no sería su destino.

 

Recordemos que, fatal y malditamente, el Perú está carcomido por la CORRUPCIÓN.  Ergo, se requiere ser iluso o sinvergüenza al extremo llevar a cabo obras por ¿contratistas? de dos por medio, agigantándose la rapiña al estar el Aparato Público, encargado de convocarlas, adjudicarlas y supervisarlas, en gran medida, poblado por ignaros y rateros.