SI MIDIÉSEMOS CON LA MISMA VARA
(Piura, 16 julio 2021)
Luis Gulman Checa
Reflexionando acerca del encarcelamiento de
Jesús Torres Saravia, el esbirro de César Acuña que nuestro incalificable
gobernador importó de La Libertad para poner en sus manos nuestro destino; me
vino a la mente que la cárcel de Río
Seco debería estar mil veces más abarrotada de lo que está si a los
delincuentes se les midiera con la misma vara. ¿Por qué? Por lo siguiente:
Si el citado está preso
por la sustracción de unos cuantos milloncejos que sobran los dedos de una mano
para contarlos, ¿dónde diablos están los responsables del incontenible chorro
de millones que se han evaporado (es un decir por cuanto fueron a engordar
pútridos bolsillos) en el curso de los últimos años por evidentes latrocinios
perpetrados ante el criminal, punible y
vergonzoso silencio, especialmente de los medios?
La edición de “El Tiempo” de la fecha apareció
con la siguiente interrogante en primera plana:
¿Contraloría podrá con
la corrupción?
Contraloría recupera sus facultades para sancionar a malos
funcionarios, pero expertos y congresistas debaten sobre ello.
¿Quién controla al contralor? Es la pregunta que muchos se
formulan.
Tal primera plana es la confirmación que, en lo
referido a la llamada “Lucha contra la corrupción”, andamos más perdidos que
cuy en tómbola. Me explico. La función de Contraloría (que tiene o tenía uno de
los suyos en cada organismo público) era cuidar que los procedimientos se
cumplieran a rajatabla imposibilitando la perpetración de actos indebidos. Entonces,
si algún funcionario tomaba un camino
equivocado simple y figuradamente se
le
jalaban las orejas obligándolo a retomar la senda correcta. Obviamente,
cuando detectaba la consumación de un acto indebido/doloso, denunciaba el hecho
ante el Ministerio Público terminando su responsabilidad.
Hablo por mi experiencia como funcionario,
décadas atrás, cuando la corrupción no había fagocitado el aparato público, incluida,
obviamente, la antaño respetable Contraloría General de la República,
demostración de que también cayó entre sus garras está en que un sujeto como
Edgar Alarcón llegó a comandarle.
En conclusión, dejar en manos de Contraloría la
lucha contra la corrupción es tan ingenuo como creer que los pájaros se preñan.
Sin embargo, lo triste y lamentable es que el remedio para hacer desaparecer
esta lacra está a la vista pero no queremos verlo por el irracional argumento
del respeto a la vida y los derechos de las personas, cuando, estos auténticos (a) mal nacidos se
zurran en los derechos de toda la población. Entonces, si nos negamos a administrarles
el tratamiento dispensado a perros rabiosos, hagamos lo siguiente:
.¡ELIJAMOS GATOS EN VEZ DE RATAS!