NAVIDAD: ¿DULCE Y SANTA?

Luis Gulman Checa

Quienes de una u otra forma profesamos la fe católica, sinceramente deberíamos aprovechar ocasión tan significativa analizando y reflexionando sobre el cúmulo de trabas y dificultades que vienen afectando nuestras vidas, determinando cómo y en qué medida podemos poner de nuestra parte para coadyuvar a superarlas en beneficio de la colectividad en general. Éstas, obviamente, son diversas y de naturaleza variable, habiéndolas también tanto de alcance regional como nacional.

Lógicamente, la tarea más ardua sería la de nuestras autoridades, quienes, al estar desempeñando sus cargos por propia decisión y voluntad, tienen la ineludible obligación de cumplir sus deberes por encima de cualquier consideración y/o apetito, aspiración o deseo personal. Si recibieran no un baño, sino unas pocas gotas del espíritu navideño que debería colmar mentes y corazones de todo buen cristiano, tendrían que jurar ante los tantos Nacimientos que sin duda visitarán y ante los que se hincarán, que en adelante, hasta que terminen sus mandatos y vayan a sus casas a gozar del merecido y justo descanso luego de haberse dado íntegras por la comunidad, cumplirán leal, honesta y fielmente con los compromisos que adquirieron cuando las elegimos.

No obstante, un mínimo sentido de justicia nos indica que ellas, por más autoridades que sean y poder que ostenten, no serán capaces de lograr tan anhelado objetivo si no reciben apoyo y respaldo generalizado e incondicional de todos los actores, empezando, como es natural, de la prensa. Por ello, aprovechando la fecha y esta página, lanzo una invocación para que abramos nuestros corazones, limpiemos nuestras mentes de antipatías, antagonismos, imputaciones, etc., aunque estemos convencidos de tener la razón, abriendo así una puerta que nos permita avizorar un futuro luminoso y mejor, especialmente para los más necesitados.

¿Existe mayor satisfacción que cumplir cabal, leal y fielmente con los deberes que una persona asume por su propia voluntad? Si la hay, el suscrito la desconoce. ¿Quién es el peruano del milenio? Nuestro insigne paisano: el Almirante Miguel Grau. ¿Acaso, el Almirante, alcanzó la gloria porque se atornilló en un cargo; colmó planillas públicas con inútiles seguidores y allegados; cometió peculados estafando o sobre valorando obras? No, él se limitó a cumplir con el deber que la patria le había encomendado hasta las últimas consecuencias, al extremo que no dudó un segundo en entregar su vida en el cumplimiento del mismo.

Reflexionemos y analicemos cómo estamos y vivimos en nuestra región. Al margen de las cifras rimbombantes referidas a las grandes inversiones y a la macro economía, ¿alguien se atrevería a decir que nuestra existencia es casi idílica y la población vive en el mejor de los mundos? No lo creo, atreviéndome a afirmar que no sólo estamos lejos de ello sino que, para peor, nos estaría invadiendo la sensación que nuestras condiciones de vida son cada vez peores, razón por la que tenemos la obligación de enmendar el rumbo.

Una reflexión: en atención a que jamás se ha sabido de alguien que fuera depositado en su fría y solitaria tumba con las riquezas que acumuló en vida, y, asimismo, siendo incontables quienes, al llegarles la hora de la muerte fueron aclamados y bendecidos por haber sido justos y leales cumplidores de sus deberes; ¿no deberían merituar tal situación quienes, violando normas y preceptos de toda índole, asumirían los cargos que les conferimos como medios para enriquecerse?

Aclarando que lo expresado líneas arriba no ha tenido la intención de zaherir sino, únicamente, de propiciar la reflexión, a partir de la fecha y durante el tiempo que sea necesario, seré fiel cumplidor de la propuesta planteada.

Feliz y Santa Navidad y un venturoso y mejor año 2010 para todos los piuranos.


Piura, 21 diciembre del 2010.
(Publicado en Diario El Tiempo el martes 22 diciembre)