EL CASO UTOPÍA
10.04.14

Luis Gulman Checa

Difícil que exista alguna persona en el mundo que no haya sufrido en carne propia  tragedia similar a la afrontada por los deudos de las víctimas de la discoteca Utopía, ocurrida en julio del año 2002. Tal hecho, como es natural, conmocionó a la opinión pública porque murieron 29 jóvenes a consecuencia de un incendio o, también podríamos afirmar, accidentalmente.

¿Qué importancia tiene la clase u origen del accidente que mató a un ser querido, si el mismo, si fuera creyente, ya está gozando de la vida eterna al lado del Creador? Así, siendo la muerte lo único trascendente e irreversible,  su causa u origen deviene en irrelevante: un accidente de tránsito,  la caída de un aeroplano,  ser abatido inocentemente en un fuego cruzado ajeno, rodar por la escalera y desnucarse, atragantarse con un trozo de carne, etc.

La reflexión se origina en la actitud de los deudos de los jóvenes occisos, la cual, francamente, considero repudiable. ¿Por qué? La razón es muy sencilla y se explica formulando una simple pregunta: ¿Alguien, en su sano juicio, puede creer que los propietarios, gerentes, administradores o servidores de la citada discoteca, provocaron un incendio ex profeso para asesinar a los presentes?La respuesta instantánea es NO. Entonces, es injustificable la saña con la que los deudos los continúan acosando  y persiguiendo luego de transcurridos tantos años de ocurrido tan lamentable accidente.

Daría la impresión que, en el fondo de sus almas, desearan se les aplicara la pena de muerte a quienes consideran responsables del incendio. Muy bien, es obvio y comprensible el dolor que les produjo perder a sus hijos cuando tenían toda una vida por delante, pero, ¿acaso si fueran fusilados quienes ellos consideran responsables, sus hijos volverían al seno de sus hogares? Entonces, no es justificable tanta saña y odio como reacción a un obvio, fatal y lamentable accidente, como resultan ser todos los hechos similares que acarrean pérdida de vidas humanas.

¿Qué diferencia  hay entre la muerte violenta de 35 personas a consecuencia de un ómnibus precipitado a un abismo de 300 metros de profundidad y la de los 29 jóvenes de Utopía? La evidente similitud, es que ambos casos configuran lamentables accidentes, cuya definición es “suceso imprevisto o eventual”. Entonces, ¿es racional tratar de culpar a alguien por hechos de esta naturaleza?

¡Cuidado! En el caso propuesto del ómnibus, por ejemplo, dejaría de ser accidente si se hubiera producido porque el conductor tenía una botella de cañazo entre pecho y espalda, en cuyo caso se trataría de un homicidio agravado.


Cuando este lamentable hecho sucedió, pensé lo siguiente: “Cómo se estarán lamentando los padres por no haber guiado mejor a sus hijos, encaminándolos por actividades de otra naturaleza a las realizadas en locales como la citada discoteca”. ¿Acaso no es más o menos cierto que en esos ambientes,  las personas medio se deshumanizan y actúan casi como animalitos?