DE RÓMULO A MARTÍN

(13 noviembre 2014)

Luis Gulman Checa

No tengo la menor duda que, tanto Rómulo (León Alegría) como Martín (Belaunde Lossio), son dos grandísimos pendejos, en consecuencia deben ser simpatiquísimos y tener miles de amigos como siempre sucede con esta clase de personas, las que, obviamente, no son descalificadas por el Código Penal al no existir artículo  ni norma alguna que penalice la pendejada, como sí, por ejemplo, la  pedofilia y muchas otras auténticas lacras.

Sería bueno releer el gran tratado escrito por el inolvidable Sofocleto titulado “Los Pendejos”, como  contra parte de “Los Cojudos”, para recordar que la pendejada está muy arraigada en nuestra naturaleza. Por ejemplo,  analicemos a nuestros presidentes de las últimas décadas o desde que tengamos memoria y fácilmente diferenciaremos a  los pendejos de los (el) cojudo.

Motiva el presente el actual protagonismo de Martín, que se asemeja como una gota de agua a otra al que ejerció Rómulo años atrás. ¿Quién o quiénes fueron los responsables de levantar ambos “escándalos”? Otros grandísimos pendejos aupados en el poder, sea Palacio o el Congreso.  En el caso de Rómulo, quién no recuerda al presidente Alan García, ordenando a gritos al Poder Judicial “Metan presas a esas ratas”, con lo que mató dos pájaros de un tiro: liquidó las aspiraciones/posibilidades de Jorge del Castillo a postular a la presidencia de la República y, también, levantó tremenda cortina de humo para que nadie se fijara en los narco indultos, los que, habría que ser bien cojudo para no saberlo, implicaron que condenados narcotraficantes obtuvieran su libertad a cambio de dinero, confirmando aquella histórica expresión de que la plata llega sola.

Para terminar con el tema de Rómulo: si de veras se hubiera configurado alguna irregularidad en el proceso que ganó la empresa noruega y se anuló por el exabrupto presidencial causando enorme daño al país; quienes debieron ser investigados y procesados fueron los integrantes de la Comisión de Licitación, absoluta y autónoma en sus decisiones. Respecto al FAENÓN, del que tanto escándalo y escarnio se ha hecho, tiene una explicación muy sencilla para toda persona bien nacida: la expresión venía al pelo al triunfar como lobista, lo que le procuraría una jugosa suma en calidad de honorario de éxito. Naturalmente, como el ladrón juzga por su condición, todos quienes lo escarnecieron por la expresión resultaron “escupiendo al cielo”.

Ahora tenemos a Martín - que de santo no debe tener ni un pelo -  hasta en la sopa, crucificándolo por haber sido lobista de una constructora española. ¿Qué norma legal penaliza a quien visite el Congreso, se reúna con congresistas o ministros e intercambie mensajes que por sí mismos, no conllevan delito alguno?

¿Qué deberían hacer los que desean demonizar al tal Martín? Es muy fácil: identifiquen alguna obra que él impulsó y demuestren que la misma, a pesar que el Estado pagó  x millones de soles, no existe. También puede ser que exista pero que, así como sucedió con la remodelación del Estadio Nacional  en la época que la plata llegaba sola, resultó costando el triple del presupuesto inicial.

Aunque resulta innecesario precisarlo,  no conozco  ni he visto jamás a ninguno de los dos.