SANA  DIVERGENCIA

(21 noviembre 2014)

Luis Gulman checa

En la edición de ayer de Perú.21, los cotidianos columnistas, Carlos Meléndez y Aldo Mariátegui, directa e indirectamente,  se refirieron al muy urgente tema - según mi parecer - de implantar el voto voluntario, pues, mientras el primero le dedica su columna  sin inclinarse por una u otra opción, Aldo, sin decirlo expresamente pero sí reiterando su posición sobre el “electarado” y la  “oclocracia”, estaría inclinándose por la necesidad de reducir al mínimo la cantidad de “tarados” en las elecciones, lo que se logrará eliminando la obligatoriedad.

¿Acaso el votar no es un derecho  ciudadano? Entonces, si uno posee el derecho de hacer algo, es del más elemental sentido común que, si le da la gana, no lo ejerza.

Arguye el Sr. Meléndez que, lo más probable de eliminarse la obligatoriedad, sería que no votara más del 50% de ciudadanos aptos, preguntándose a continuación, ¿cuáles serían las consecuencias para nuestra política si solo uno de cada dos peruanos, en el mejor de los casos, vota?

Con absoluta seguridad, una de ellas sería que disminuirían  sustancialmente los casos que le permiten a Aldo escribir columnas - con justa razón - como la comentada, pues, siendo realistas y pragmáticos, no podemos pasar por alto que, quienes votaron en Tacna por el Sr. Jacinto Gómez Mamani, dando por ciertas sus declaraciones reproducidas por Aldo, son tan tarados que obligarlos a votar deviene en estupidez generalizada.

¿Por qué debiéramos preocuparnos si se eligiera un presidente en primera vuelta, en la que votó el 48% de electores hábiles, con el 51% de los votos válidos? Este sancochado de cifras indica que, realmente, el respaldo del presidente electo sería m/m del 25% de ciudadanos aptos para votar. ¿Cuál sería el problema? ¿Acaso no tenemos cualquier cantidad de alcaldes que apenas cuentan con el 10% de apoyo ciudadano?


Finalmente, el Sr. Meléndez empieza aludiendo a Chile donde recién se implantó el voto voluntario. Entonces, si toma al vecino como modelo, sería conveniente imitar su sistema para gobernar sus regiones, al frente de las cuales hay Intendentes, equivalentes a nuestro Presidentes Regionales, quienes no son elegidos sino designados por el Ejecutivo. Personalmente creo que debiéramos volver al nombramiento de alcaldes, con lo que las municipalidades dejarían de ser los disputados botines en que se han convertido.