POBRE CONGRESO NACIONAL
(27 enero del 2015)
Luis Gulman Checa
Se supone que el Congreso Nacional está
integrado por las mejores personas del país,
tanto moral, cultural como profesionalmente y/o también por quienes, aunque analfabetos,
por ejecutoria de vida, cuentan con
respaldo ciudadano. Así, supuestamente, está integrado por la “crema y nata” de la
sociedad.
¿Por qué maldita razón la práctica no tiene nada que ver con la
teoría, cuando constatamos la pobreza, mirado por el ángulo que sea, del citado
Congreso Nacional?
El día de ayer el pleno del antro referido
derogó la Ley N° 30288 (“Ley Pulpín”), la misma que había sido aprobada
mayoritariamente por ellos mismos muy poco tiempo atrás. Como es público, tal
desenlace se debió a las protestas y marchas de quienes, supuestamente, debían
ser los beneficiaros por la norma.
Así, entonces, caben dos posibilidades para
explicar lo sucedido:
1°.
La Ley N° 30288 era una porquería, es decir, fruto natural de tal
entidad,
2°. La ley era necesaria y conveniente,
pero, siendo los Congresistas unos pobres
diablos sin convicciones, por la grita
de unos cuantos desaforados, nadie
sabe instigados por quiénes ni por qué, la derogaron.
Sin embargo, los sucesos comentados no han hecho más que
ratificar el pobrísimo nivel, si es que tuviera alguno, de la clase política en
general, por cuanto, a los llamados
líderes de la oposición (debiendo entenderse ésta como un control o
contrapeso sobre el gobierno para cuidar que no se extra limite o, cuando fuera
necesario, convencerlo para corregir errores), el Perú y nosotros los
peruanos les importamos menos que un comino, razón por la que se dedican a
atacar y tratar de desprestigiar al gobernante, como acaba de suceder
criticando a la citada ley como si ellos tuvieran historiales límpidos y
transparentes. Entonces, estamos advertidos, a estos grandes sinvergüenzas lo
único que les interesa es volver a prenderse de la “gran teta pública” para
retomar la tarea en la que han demostrado ser grandes expertos: ENRIQUECERSE
SAQUEANDO EL ERARIO.
Estimado lector, con la mano en el pecho pregúntese y
respóndase: