RAÚL LEÓN MENESES
(Publicado en diario “El Tiempo” 29.01.2015)
Luis Gulman Checa
He preferido dejar pasar algunos días antes
de poner en blanco y negro mis
sentimientos relacionados con su partida, pues, a pesar de que pertenecíamos a
generaciones distintas, él fue tan unido a mis primos hermanos Helguero Checa,
con quienes también tuve estrechas y fraternas relaciones; que heredé la unión que había entre ellos. Además,
ambos éramos auténticos compañeros.
Así, soldamos una gran amistad en la que la confianza era total, lo que me
permite endilgarle un elogio que, difícilmente, merecemos los seres humanos
comunes y corrientes, es decir, quienes no pretendemos ser canonizados:
Raúl fue siempre una
persona de bien y muy correcta.
Desde el día de su muerte trato de encontrar
algún sobreviviente de su generación y no lo hallo,
atreviéndome a afirmar que fue el último representante de una nutrida
generación de piuranos que vivieron épocas azarosas y de muchos cambios de todo
orden y, felizmente para él, su familia
y quienes fuimos sus amigos, disfrutó la
vida sin limitaciones ni impedimentos
por más de 90 años.
Como era casi obligatorio antaño, Raúl fue,
durante toda su vida, un hombre de Club, con activa
participación en todos ellos: Club Grau,
Centro Piurano y Country Club. Por ello, era instructivo y revelador oír los
hechos ocurridos décadas atrás, especialmente en los dos primeros, de
personajes piuranos que, fatalmente, nos obligaba a hacer comparaciones
desilusionantes con el presente. Ejemplo: recién vi publicada una fotografía juramentando la Junta Directiva de un Club y,
automáticamente, vinieron a mi mente ceremonias similares del mismo Club pero realizadas
décadas atrás, faltando poco para
echarme a llorar.
Curiosamente, las pocas personas conocidas
que le tenían cierta ojeriza, fundaban
ésta en la rectitud de Raúl, lo que, bien mirado, deja muy mal parados a
quienes no lo veían con buenos ojos. Ejemplo:
si en un Club estaba prohibido el ingreso de socios y/o invitados con pantalón
corto y, para infausta suerte de algún transgresor aparecía Raúl, su temperamento, rectitud y formación
lo impelían a llamar la atención al administrador o vocal a cumplir su deber echando fuera a los infractores, futuros
“enemigos” suyos.
¡Ninguna falta le hacía contar con una
caterva de patanes entre sus “amigos”!
Una reflexión final acorde con los infaustos
tiempos que vivimos: Nuestra realidad sería diametralmente distinta, si
nuestros hombres públicos fueran mayoritariamente “Raúles” correctos y honestos.
¡Hasta muy pronto
querido amigo!