ELECCIONES Y CORRUPCIÓN
(Piura, 19 diciembre 2015)
Luis Gulman Checa
Confieso sentirme desconcertado cuando los
“vendedores de humo”, perdón, entrevistadores,
insisten en sus reportajes a los candidatos a gobernarnos instándolos precisar sus propuestas, tal y como si vivieran
en otro planeta e ignoraran que ningún plan de gobierno sirve para nada
mientras la corrupción continúe infectando cada vez más profunda y
ampliamente el país.
Basta y sobra el sentido común para entender
que esta lacra seguirá propagándose mientras las cabezas no sean honestas,
lo que implica que, mientras no pongamos al frente del Estado no solo a una
persona honrada sino que, además, sea bien pendeja, en el buen
sentido del término; seguiremos cayendo por el despeñadero.
Siendo cierto que una figura puede ser más
explícita que millones de palabras, el Otorongo, suplemento de los viernes
de Perú.21, en su edición de ayer, mostró el siguiente cuadro:
Un paracaidista
(elector) a punto de tocar tierra, mirando
espantado lo que le esperaba: un círculo de cinco ratas asquerosas mirándolo
con la boca abierta y los dientes afilados, estando cuatro de ellas marcadas.
Sin
ofender y limitándome a ser franco, la figura me parece una genialidad
porque debe graficar, en un mínimo espacio, el sentir de la gran mayoría de
electores. Sin embargo, ello no es garantía alguna de que, el próximo 28 de
julio, no asuma una rata. Recordemos cómo, los electores limeños eligieron a su
alcalde, según demostraron claramente las encuestas, porque robaba pero hacía
obra.
Sin embargo, el próximo abril tendremos más de cinco candidatos por lo que sin duda
habrá más de uno digno de nuestra confianza. Así pues, si sucediera que el
próximo año jurara como Presidente de la República una rata en vez de un gato,
los peruanos tendremos bien merecido continuar hundiéndonos en el barro
por torpes y desinformados.
El peor obstáculo para salir de este círculo
vicioso es no solo que todos los mayores
de 18 años, letrados e iletrados, tienen no solo el derecho sino la obligación
de votar bajo pena de una severa multa de no hacerlo.
¿Acaso no es del más
elemental sentido común que una persona
tiene, como primer derecho, el derecho de ejercitarlo cuando desee?
Entonces, ¿por qué continúa manteniéndose la
obligación de votar, la que, fatal y desgraciadamente, tendría que ser abolida
por los asquerosos Congresos que sufrimos
y soportamos desde años atrás?
Porque los “políticos”
requieren del concurso de esa gran masa manipulable y desinformada (los
cajamarquinos reeligiendo al impresentable Gregorio Santos) para seguir
medrando a costa del erario, poniendo por delante su propio beneficio, como
estamos viendo con las “alianzas” y “jales”
para las próximas elecciones, las que debieran producir arcadas en las personas
de bien.