VIERNES 05 MARZO 1965

 

(Piura, 05 marzo 2022)

 

Luis Gulman Checa

 

Así como existen fechas para rememorar hechos dignos y enaltecedores, también las hay para marcar sucesos fatales como  fue la señalada en el epígrafe que, si recapacitamos, fue la primera puñalada que hirió al Agro departamental antes que el “Atila” peruano, Juan Velasco, le propinara la artera y mortal a través de la maldita Reforma Agraria.

 

Por aquella época el suscrito era un novel Agrónomo en su segunda campaña agrícola (tras haber debutado el año anterior en el Bajo Piura, hacienda Santa Filomena, con una formidable productividad del algodonero) en el Alto Piura, en una parte de la hacienda Yapatera conducida en alquiler por dos Agrónomos mayores.

 

En esas épocas el agua del río Yapatera era usufructuada por la Hacienda de lunes a viernes, quedando a disposición de las chacras sábado y domingo. Hasta aquel día no había caído ni una gota de lluvia y el río Piura estaba seco, por lo que se había tomado  la decisión de no sembrar toda el área y el lunes 08 se iniciaría el primer pase.

 

Sin embargo, ese fatídico 05 de marzo a las tres de la tarde el cielo abrió sus compuertas desatándose una fuerte lluvia que sembró de quebradas rugientes todo el terreno y, bajo el citado puente, en pocas horas, empezó a discurrir un caudal cada vez mayor. Así, cambiaron los planes de parar la siembra.

 

Relato un comentario que originó el desastre para el Agro piurano. Me refiero a lo manifestado por uno de los Agrónomos citados cuando el día siguiente, sábado 06, descendió de su avioneta y, frotándose las manos y muy sonriente expresó: “Ahora sí nos llenamos de plata, los años anteriores nos faltó agua”.

 

Es obvio que es muy fácil ser general después de la guerra, por cuanto, lo sabio y acertado debió ser tomar la decisión de abandonar los algodonales, dejar que pasara el período de lluvias, y, vuelta la calma sembrar maíz u otro cultivo.

 

Fatalmente, quizá porque se había disfrutado de siete años seguidos de gloria para el algodonero, a partir de 1958, no se escudriñó el pasado siguiéndose adelante con el cultivo del algodón con el resultado funesto que los mayores recordamos al detalle:

 

·         Cargando cilindros o bolsas de insecticidas que eran asperjados por avionetas que volaban diariamente sobre los algodonales;

·         Comprobando cómo los pesticidas que antaño desaparecían las plagas dejaban de hacer efecto;

·         Finalmente, recogiendo ínfimas cosechas de mala calidad que, mayormente, se vendían por lo bajo para atender el pago de planillas.

 

Así, entonces, tan fatídico año agrícola, debido a la falta de visión que nubló las mentes impidiéndoles ver lo que era obvio, sumió en la ruina a la gran mayoría de agricultores y hacendados, situación que preponderaba cuando, el año 1969, el citado “Atila”, clavo la puñalada representada por la Reforma Agraria cuando la mayoría de propietarios de tierras estaban, literal y figurativamente, con los pantalones abajo, ergo, incapaces de reaccionar y defenderse.

 

Ratificando el crimen implícito en no haber abandonado los algodonales a partir del fatídico 05 marzo de 1965, el año siguiente, como todos los posteriores a un  Niño (incluido 1984) fue maravilloso en cuanto a la  productividad del algodonero. Me consta por cuanto sembré por mi cuenta 40 hectáreas de Pima S1 en una sección de la misma hacienda produciendo 1,000 quintales limpios de algodón de primera calidad.

 

Imaginemos y lamentemos que diferente hubiera  sido nuestra vida si, aquella fatídica fecha hubiéramos tomado la decisión correcta. Creo que “Atila” no se hubiera atrevido a darnos la puñalada final.