BASTA DE LLORIQUEOS

 

(Piura, 10 febrero 2022)

 

Luis Gulman Checa

 

Francamente es para reír ver, oír y leer cómo los analistas, expertos, críticos y  opinantes de toda laya, hacen leña del presidente de la República y, también, de refilón, de Vladimir Cerrón, el “dueño” del mal llamado partido político (como todos los existentes) que le sirvió para aterrizar en Palacio de Gobierno, reconfirmando que la alabada democracia es una medicina que destruye el cerebro de la mayoría de peruanos.

 

Lo cierto es que se requiere carecer absolutamente de neuronas para no comprender que el Perú ha sido víctima de una catástrofe, por cuanto, el acceso del innombrable a la presidencia ha generado un daño incalculable, al extremo, por ejemplo, que el sismo producido el 31 de mayo de 1970 sepultando Yungay,  quitándole la vida a decenas de miles de personas y causando daños inconmensurables, sin exagerar, fue menos perjudicial que la desgracia comentada. Obviamente alguien dirá que lo afirmado en una barbaridad por cuanto tal elección no causó miles de occisos, olvidando que, mientras más de medio siglo atrás las muertes se produjeron en un santiamén, si Castillo continuara al frente del Estado los fallecidos se irían sumando lenta pero sostenidamente debido, entre otras causas, a la inanición, además, por supuesto, que millones de compatriotas seguirían los pasos de los venezolanos.

 

Confirmando lo afirmado respecto a que la mayoría de peruanos no están preparados para degustar la democracia, no tuvieron empacho en elegir presidente de la República no solo a una persona que carecía absolutamente de ejecutoria para ejercer tal cargo sino que se embarcó en la nave de quien había sido condenada por corrupción, como es el caso de Vladimir Cerrón.

 

¿Qué medidas se adoptan cuando se producen catástrofes en cualquier lugar de la tierra? De inmediato se movilizan entidades y recursos según la naturaleza del mal producido: Bomberos ante los incendios; médicos ante el súbito brote de una epidemia; ingenieros y contratistas tras  sismos o huracanes (en el los países auténticos los daños se subsanan en el término de la distancia); las FF AA cuando el país es asediado por traidores o por extranjeros; etc.

 

Está claro, entonces, que en ninguna parte de la tierra tras el suceso de una catástrofe las reacciones se limitan a lloriquear y lamentarse como está sucediendo en nuestro maltratado/asolado/rapiñado Perú, sino, actuando firme y directamente para frenar o reparar los daños. Conclusión: Si la catástrofe fue la elección de Pedro Castillo la solución es sencillísima y debió aplicarse tan luego quedó confirmada la absoluta incompetencia del elegido, la cual, tras los recientes acontecimientos referidos a los cambios de gabinete tan igual como cambiamos de calzoncillo en verano, quedó más clara que el agua.

 

¿No hay en el Perú ni un General bien nacido y los cojones bien puestos?