C 0 M P A R E M O S

 

(Piura, 07 febrero 2022)

 

Luis Gulman Checa

 

Me refiero a la reacción de los medios frente a dos graves percances/accidentes acaecidos en un lapso de dos semanas en nuestro país, como fueron, en primer lugar, el derrame de petróleo en el mar frente a la refinería La Pampilla, Lima, y, luego, la avioneta precipitada a tierra originando la muerte de siete personas, cinco de ellas turistas deseosos de apreciar las Líneas de Nazca.

 

Dando por sentado que ambos hechos fueron consecuencia de accidentes, es decir, eventos inesperados imposibles de prever, debería llamarnos la atención que, mientras el primero que no cegó vida humana alguna  no solo generó una resonancia espectacular de los medios sino incontables declaraciones y comentarios de “expertos” y políticos, incluido quien funge de presidente de la República apersonándose a constatar los daños; continúa   viva y coleando como lo demuestra, por ejemplo, el largo informe aparecido en la edición de “Semana”, de la víspera. En cambio,  el segundo, que no solo causó la muerte de siete personas sino, figurativamente, fue una artera puñalada al turismo dado que por buen tiempo desaparecerán los extranjeros ávidos por disfrutar la vista de las citadas Líneas, apenas mereció, por un par de días, pequeñas notas,

 

Una explicación para la ínfima cobertura del accidente aéreo podría ser que la muerte ha dejado de ser noticia habida cuenta los crímenes perpetrados cotidianamente, a lo largo y ancho del país, por rateros y sicarios, de modo que   siete “muertitos” más no SON NOTICIA.

 

Cambiando de cristal, reflexionemos sobre el desconcertante enfoque de los medios respecto al tremendo golpe que sufrió la refinería - salvo que las reacciones generadas por el derrame se deban al convencimiento  que el mismo fue ex profeso con el fin de jodernos la vida a los peruanos -, por cuanto, en vez de, figurativamente, darle el pésame por la tremenda desgracia que había sufrido, fue crucificada y anatematizada, tal y como sí, reitero, hubiera vertido adrede el petróleo al mar lo que es absurdo e impensable por cuanto equivaldría, por ejemplo, a que Gloria, con pleno conocimiento de causa, lanzara al mercado 100,000 latas de leche evaporada contaminada con cicuta.

 

Lo racional, ante situaciones como las descritas, es que los entes estatales encargados de vigilar/supervisar el funcionamiento de los emprendimientos privados, como La Pampilla y las empresas que prestan servicio a los turistas deseosos de admirar las Líneas de Nazca, ante lamentables situaciones como las descritas, en vez de encender la pradera con pronunciamientos irracionales como fue la amenaza de cerrar la refinería de La Pampilla (virtual harakiri al Perú), deben abocarse de inmediato a verificar que cumplan los protocolos establecidos para garantizar su buen funcionamiento.

 

¿Habrán destinado algo de tiempo a indagar porqué se precipitó la avioneta?