¿JUSTICIA O IRRACIONALIDAD?

(Piura, 04 marzo 2020)

Luis Gulman Checa

Reconociendo ser lego en materia penal, me ha parecido irracional tanto la actitud de los medios como la posterior de la Procuraduría Antiterrorista a raíz de la presencia de Maritza Garrido Lecca en un evento realizado en uno de los locales del club Regatas Lima.

Como es sabido, ella cayó junto con la cúpula de Sendero Luminoso, a la que alojaba en su casa de Surquillo, Lima, en setiembre de 1992, habiendo recibido una condena de 25 años de carcelería que cumplió debidamente obteniendo su libertad irrestricta habida cuenta que nada debía. ¿Por qué? Por cuanto, según nuestro orden jurídico, cumplida la pena, quien fuera sentenciado  pagó su deuda a la sociedad quedando libre de polvo y paja.

Entonces, me pregunto, si ello fuera realmente así, ¿qué diablos le importan a los medios o a la Procuraduría las actividades que desarrolle la exconvicta mientras su comportamiento se encuadre dentro de la ley, el orden  y las buenas costumbres?

Ello me lleva a reflexionar preguntándome qué consecuencias recaerían sobre el suscrito si, supuestamente, la susodicha viniera a Piura, nos conociéramos, simpatizáramos, conversáramos y la invitara al Club Grau de Piura a refrescarnos en una de sus piscinas, ella luciendo un bikini tipo “hilo dental”, como los que vienen proliferando por todas partes, y departiéramos animadamente degustando varios pisco sour.

Continuando con el raciocinio, me atrevo a asegurar que existen un millón más de posibilidades que ello se concretara antes que, por ejemplo, el suscrito invitara a almorzar (por razones obvias el “hilo dental” queda descartado) a la congresista recién electa Martha Chávez, quien, a diferencia de Maritza jamás recibió condena alguna pero me genera un rechazo instantáneo.

Cambiando de cristal, preguntémonos si no sería más conveniente, en vez de condenar a carcelerías las cuales son efímeras, quitarle la vida a quien delinque. ¿Por qué?  Por cuanto, como estamos viendo en el caso presente, el pretexto de que la carcelería tiene por objeto redimir/reeducar al sujeto para que, una vez cumplida la pena, se habrá convertido en un ser útil  a la sociedad, es una gran falacia que nadie, empezando por los entes encargados de administrar justicia,  cree.

Reflexión final:

Si ponemos en un platillo de la balanza a un senderista de los que derramaron sangre inocente y, en el otro, a un alto funcionario electo que nos robó sin descanso, ¿cuál merecería más la pena de muerte?