SI LA TIERRA HABLARA
(Colán 23 marzo 2020)
Luis Gulman Checa
Diría:
¡Gracias Dios mío por haber limpiando los cielos de los contaminantes e
innumerables aviones surcando el espacio mañana, tarde y noche e, igualmente,
por la drástica reducción de la circulación de vehículos de toda clase, todos los cuales para funcionar usan
combustibles derivados del petróleo, contaminando sin pausa, el medio ambiente!
Es
sabido que el peor enemigo de la tierra es el hombre, quien, azuzado por su
incontenible afán por hacer su existencia más cómoda, grata y placentera, no
dudó en atentar contra el orden natural que persistió por milenios, atacándolo
y destruyéndolo, poniendo por delante su propio bienestar sin importarle el
daño, cual puñal clavado en la espalda, que le estaba causando a la tierra.
La
pandemia que nos está azotando, una más de las múltiples que en el curso de la
historia diezmaron a la humanidad, ojalá sea el punto de quiebre para que el
hombre, con los pies firmes en el suelo, recapacite y enmiende el curso de sus
acciones poniendo por delante de sus propios apetitos la preservación del medio
ambiente para su propio y permanente goce.
Me
viene a la mente el ácido y crudo comentario de un compañero cuando
estudiábamos en la Universidad Agraria referido a la carretera Marginal de la
Selva anunciada por el mandatario de turno: “Eso sería un crimen, la selva no
debe mancillarse”. Con el transcurrir de los años y a juzgar por los hechos
desde décadas atrás, ¿acaso no hubiera sido mil veces preferible que la
Amazonía permaneciera incólume y libre de la brutal depredación de la que es
objeto?
Recapacitemos
preguntándonos qué sería de la tierra si el hombre, como por arte de magia,
desapareciera de su faz. Aunque duela reconocerlo, el planeta, figurativamente,
estaría de fiesta por cuanto su futuro, desaparecido quien lo viene
destruyendo, sería promisorio e idílico. Sin embargo, si nos preguntáramos que
pasaría si en vez del hombre desaparecieran las hormigas la conclusión sería
aterradora para la tierra. ¿Por qué? Por cuanto las hormigas constituyen un
engranaje vital dentro del maravilloso orden natural y su desaparición sería
comparable a un cataclismo.
Ojalá
los inconvenientes que aquejan a gran parte de la humanidad originados por la
súbita aparición de un virus en una ciudad de la China, sirva para hacerle
entender al hombre que, lejos de ser la máxima hechura de Dios, como
evidentemente se siente, solo es un ocupante más de la tierra por lo que tiene
el deber de coadyuvar a su preservación.