DEMOCRACIA: MANJAR EXQUISITO

 

(Piura, 23 mayo 2021)

 

Luis Gulman Checa

 

Nadie en su sano juicio osaría negar que la democracia es el mejor de los gobiernos, como, igualmente, debería aceptar que el frac es el más elegante atuendo que puede vestir un varón. Sin embargo, así como sería utópico pretender que todos los varones de la tierra lucieran orondos atuendos tan elegantes, también deviene en ilusorio pretender que tan excelso estilo de gobierno sea de aplicación en países donde sus pobladores, en gran medida, carecen de la educación y cultura necesarias para ejercerla.

 

Expresándolo de otro modo, insistir en el sistema democrático en países que a ojos vistas se dirigen hacia el despeñadero debido a la obvia y manifiesta incapacidad de sus ciudadanos para elegir idóneamente, equivale a alimentar una jauría de hienas con manjares  como foie gras o caviar.

 

Consideremos la administración de justicia como parámetro para analizar la existencia de la democracia, la cual, a pesar que debería estar en manos del pueblo - ¿no se dice acaso que su voz es la de Dios? - que debería impartirla imitando a los ronderos de las serranías, sin embargo,  descartando ello, está a cargo de un especializado grupo de personas conformantes del Poder Judicial.

 

También podemos comparar la democracia con la ingesta de licor. Así, entonces, mientras todos estaríamos de acuerdo que un trago de vez en cuando es oportuno y hasta conveniente para la salud, el abuso de su consumo destruye al ser humano pudiendo llegar a animalizarlo. El mismo efecto causa el exceso de  democracia, como, evidente y lamentablemente lo venimos comprobando tanto en nuestro país como en nuestra querida y rapiñada Piura.

 

Analizándola bajo otro cristal, en nuestro país se da una aberrante situación respecto a la democracia: mientras de una parte la  misma glorifica la absoluta capacidad de los ciudadanos de actuar y pensar como les nazca del forro siempre y cuando no afecten los derechos de terceras personas, en la práctica existe la irracional y abusiva disposición de OBLIGARLOS A VOTAR, barbaridad inexistente en PAÍSES AUTÉNTICOS.

 

La citada obligatoriedad se torna más mortífera y destructiva por la cruda realidad que nuestra población, fatalmente y en buena medida, se encuentra sumida en la ignorancia, razón por la que deviene en suicida OBLIGAR A VOTAR A IGNAROS, ANALFABETOS, PERSONAS QUE NO HABLAN CASTELLANO Y JÓVENCITOS SALIENDO DEL CASCARÓN.

 

¿Qué habría que hacer para, manteniéndonos en democracia, dejemos de dirigirnos al despeñadero?

 

Eliminar la maldita y nociva obligación de votar.