VERGÚENZA AJENA
(Piura, 05 mayo 2021)
Luis Gulman Checa
La que me invade cuando observo a un miembro de
la Policía Nacional del Perú, sea varón o hembra, dedicando toda su atención al
teléfono celular, zurrándose en el cumplimiento de su deber tan igual como los
miles o cientos de miles de burócratas que, al igual que ellos, son reales
estafadores al cobrar un estipendio del Estado sin ejecutar el trabajo/labor
que, supuestamente, les corresponde.
¿Se imaginan,
estimados, cuán maravilloso sería nuestro país si todos y cada uno de los
servidores públicos actuara responsable y honestamente?
Personalmente, considero que un miembro de la
PNP en servicio que no está permanentemente con las antenas desplegadas es una vergüenza para la sociedad por
el pésimo ejemplo que proyecta, pues, representando a la institución encargada
de velar por el estricto cumplimiento de las normas relativas al mantenimiento
del orden y seguridad públicas, las que para nuestra desgracia son violadas
permanentemente mañana, tarde y noche;
se hace merecedor del repudio ciudadano.
Sin embargo, haríamos mal en dirigir la mirada
únicamente a tales subalternos por cuanto pertenecen a una institución
estructurada militarmente en la cual las órdenes deben cumplirse a rajatabla.
Entonces, ubicándose los citados en la base del escalafón debemos preguntarnos
lo siguiente:
¿Dónde diablos están
y/o que tarea desempeñan los oficiales responsables del correcto funcionamiento
institucional, empezando por el General a cargo?
Una primera conclusión nos lleva a determinar
que jamás se toman la molestia de supervisar el trabajo que deben realizar sus
subalternos, por cuanto, si lo hicieran, tales reales estafadores no osarían
jugar y/o entretenerse con el teléfono celular tirando al tacho de la basura su
importante tarea encomendada, cual es, reitero, PRESERVAR ORDEN Y SEGURIDAD
PÚBLICAS.
Al referirme a la inconducta de estos pésimos
miembros de la PNP, mi mente se retrotrajo demasiadas décadas cuando el
suscrito era alumno del Colegio San Miguel, ya convertido en Gran Unidad
Escolar, donde el orden y el respeto era tan formidable que es justo afirmar
que, en horas de clase, no se oía ni el ruido que proyecta una mosca
al volar. ¿Acaso ello se debía a que todos los estudiantes éramos
ángeles caídos del cielo? Nada que ver, por cuanto, las personas equivalentes a
los policías en las calles, los Inspectores, al mando del Sr. Gallardo, el General a cargo
del orden y la disciplina, sí eran fanáticos cumplidores de su deber. No
obstante, debo precisar que en esos tiempos aún no había irrumpido el maldito
“Atila” que eliminó el curso de Educación Cívica.