¿PARO DE TRANSPORTISTAS?

 

(Piura, 02 abril 2020)

 

Luis Gulman Checa

 

Por más que me rompo el coco no logro entender la razón del paro general a nivel nacional del transporte, por cuanto, el argumento difundido tanto por los medios como por los protestantes (imitando a las bestias salvajes) es banal y ridículo: el  alza del precio de los combustibles.

 

Relataré un ejemplo ilustrativo para cualquier persona medianamente pensante: en mi desayuno consumo dos tostadas de pan de molde integral, de modo que desde años atrás  semanalmente vengo adquiriendo una unidad al costo de S/. 9.00. Sin embargo, tras la inconmensurable bestialidad implícita en la elección de Pedro Castillo el precio empezó a trepar y, ahora, bordea los S/. 14.00. No hay que ser un genio para asumir que el alza se debe, básicamente, a que la harina ha elevado su precio considerablemente.

 

Así como el anterior, supongo, es posible esgrimir múltiples  ejemplos demostrativos del imperio del siguiente razonamiento: EL INCREMENTO DE LOS INSUMOS LLEVA A ELEVAR EL PRECIO DEL PRODUCTO FINAL.

 

Entonces, estando la conclusión expresada líneas arriba al alcance hasta de un imberbe, ¿qué podemos pensar o cómo calificaríamos a los “cerebros” que alentaron y organizaron el paro general en vez de - si tuvieran una mínima capacidad de razonar - elevar el valor del flete cubriendo el incremento del combustible?

 

Ratificando lo aseverado, los 33,457, moto taxistas, 41,345 motociclistas prestando servicio de transporte y los 29,567 taxis circulando en la antaño vivible ciudad de Piura, han elevado sus tarifas sin paro alguno ni,  menos aún, joder ni molestar al prójimo.

 

Cambiando de mira, el paro comentado es comparable a las antaño constantes huelgas de empleados bancarios (Antes de Fujimori), quienes, amparados en las normas vigentes se limitaban a no asistir a sus centros de trabajo sin alterar el orden público. Sin embargo, siendo respetable la decisión de cualquier persona de declararse en huelga, como es el caso actual de los transportistas, a ninguno le asiste el derecho de, prepotente y bestialmente, tal y como si imperara la “Ley de la Selva”, cortar el libre tránsito en carreteras públicas, lo cual deviene en un grave delito que debiera combatirse no solo en el término de la distancia sino tomando medidas radicales.

 

Conclusión:

 

El desmadre crece incontenible, cualquier pobre diablo bloquea una carretera y el ¿gobierno? es incapaz de restablecer el orden.  Así, ¿quién podrá salvarnos?