¿REFERÉNDUM?

 

(Piura, 7 abril 2020)

 

Luis Gulman Checa

 

Según la RAE, el mismo se define así: “Procedimiento jurídico por el que se somete al voto popular, leyes o actos administrativos para su ratificación”. Entonces, deviene en ridiculez/irracionalidad  optar por semejante vía para echar a Pedro Castillo de Palacio de Gobierno. ¿Por qué? Por cuanto está claro para quien pueda y quiera ver que hasta los perros sin dueño están ansiosos para que DESAPAREZCA.

 

Sin ofender a los nobles y fieles cánidos por la comparación, formulémonos la siguiente pregunta:

 

Cuando vemos ambular un perro evidentemente atacado por la rabia, ¿convocamos un conciliábulo entre la vecindad o, en el acto, le quitamos la vida?

 

¡Cuidado! No se me mal interprete, pues, jamás de los jamases se me ocurriría plantear que a Pedro Castillo habría que quitarle la vida como a los canes del ejemplo, sino, simplemente, creo que convocar un Referéndum, habida cuenta el dinero que se gastaría más el tiempo que se perdería (mientras el país sigue raudo rumbo al despeñadero) significaría una irracionalidad, semejante, por ejemplo, a internar al perro rabioso del ejemplo hasta que, buenamente, perdiera la vida.

 

Que Pedro Castillo tiene que liar sus bártulos y abandonar Palacio de Gobierno en el término de la distancia es  indiscutible. Sin embargo, el verdadero dilema, tan luego ello se concrete, es el siguiente:

 

¿Quién diablos tomará las riendas del país?

 

De pretender continuar apegados a la nociva democracia (en atención a la situación en que estamos debido a ella), el mando pasaría a manos de la vicepresidente de la República, dama de la cual no tengo la menor idea respecto, coloquialmente, a con qué pie patea. Sin embargo, el tremendo baldón que carga sobre sus hombros es el hecho de haber accedido a postular como segundona de tremendo impresentable, en todo el sentido del término.

 

La otra vía, que también se viene mencionando por quienes parecería viven en las nubes, es realizar un nuevo proceso electoral bajo las mismas normas y los mismos electores que, pocos meses atrás, condenaron el país a muerte cuando acudieron a las urnas.

 

Si lo expresado líneas arriba fuera coherente, la única opción que me viene a la mente es similar a la ocurrida el setiembre de 1973 en el vecino del sur.