GOLPE DE ESTADO

 

(Piura, 20 octubre 2022)

 

Luis Gulman Checa

 

La columna del constitucionalista Carlos Hakansson publicada en la edición de “Correo” de la fecha, nos ilustra respecto a que Pedro Castillo, en tanto presidente de la República, a pesar de las atrocidades/barbaridades que se vienen perpetrando con su obvio consentimiento y beneplácito; no puede ser tocado ni con el pétalo de una rosa. Ergo, la protección constitucional que lo ampara, dice que deberá terminar su mandato tras cinco años de gobierno,  excepción que el Congreso aprobara su vacancia.

 

Sin embargo, si así fuera, lo reemplazaría la vicepresidente, Dina Boluarte, la cual, probablemente seguiría la suerte de su antecesor. Así, entonces, asumiría el presidente del Congreso, quien, por mandato constitucional, tendría que convocar elecciones en un plazo no mayor de tres meses.

 

¿Que se ganaría siguiendo la ruta marcada por la Constitución? Absolutamente nada, salvo perder tiempo y dinero (en el proceso electoral), por cuanto la actual crítica situación fue originada por otro proceso electoral, siendo fácil deducir que por ese camino seguiremos rumbo al desastre. Sin embargo, el único logro que podría obtenerse sería  batir el vigente récord mundial de candidatos elevándolo m/m a TREINTA Y CINCO.

 

Digresión:

 

Me vino a la mente qué sucedería si, debido a un craso y terrible error (como hasta para un ciego fue la elección del actual incalificable mandatario) se nombrara director de un orfanato a un disimulado violador de menores. ¿Acaso, tan luego se hiciera patente tremenda lacra, no sería echado y hasta castrado en el término de la distancia?

 

Pienso que  el simple sentido común,  para gentes con capacidad de discernimiento, ante los hechos delincuenciales perpetrados por Pedro Castillo y su banda, debe llevarlos a decidir que la Constitución tiene que dejarse de lado, echando, en el término de la distancia, a quienes, estúpida e irracionalmente, llevamos tanto a Palacio de Gobierno como al Congreso de la República, plagado por  una mayoría de impresentables/incalificables, a rémoras absolutas.

 

El problema suscitado tras la expulsión de los citados indeseables sería el siguiente:

 

¿Quién diablos asumiría el poder?

 

Nuestra historia nos revela que antaño, ante situaciones complicadas aunque nimias comparadas con el despelote actual, aparecieron Ramón Castilla, el siglo 19 y Manuel Odría el siglo 20, y, ambos gobernantes no solo salvaron al Perú de la ruina sino que lo llevaron adelante haciéndolo progresar.

Siendo imposible tapar el sol con un dedo, no podemos dejar de mencionar a Juan Velasco. Sin embargo, tremendo real “Atila” para el Perú (por donde pasaba no volvía a crecer la hierba) puede ser la excepción que confirma la regla.

 

La reflexión que tendríamos que plantearnos, ante la evidente e innegable corrupción que ha contaminado masivamente el Aparato Público, sería la siguiente:

 

¿Será que entre los integrantes de las Fuerzas Armadas no hay ni una sola persona digna, honesta y bien criada?