PALABRAS, PALABRAS
(Piura, 20 enero 2022)
Luis Gulman Checa
No me refiero a la canción que popularizó
Silvana Di Lorenzo sino a la declaración del presidente de la Cámara de
Comercio de Piura, publicada en la edición de “Correo” de la fecha:
“La corrupción debe ser
erradicada”
No tengo la menor duda que la inmensa mayoría
de peruanos (a excepción, principalmente, de los rateros que festinan recursos del
erario) están de acuerdo en la urgencia de erradicarla, por cuanto, si los
entes existentes para desaparecerla en todos los niveles y/o estratos como son
Contraloría General, Ministerio Público, Poder Judicial y PNP, continúan “mirando para otro lado” mientras este
maldito mal sigue subiendo cual marea incontenible; el Perú terminará
colapsado.
Tengamos en cuenta que cuando se menciona
corrupción no solo debe pensarse en desfalcos, cohechos y similares, sino
engloba todos los actos violatorios de las normas de acuerdo al principio
TOLERANCIA CERO. Así, para decirlo claramente y todo el mundo entienda, tan
corrupto es el funcionario que adjudica una obra a un contratista incapaz e
insolvente porque le paga una coima como quien, zurrándose en normas vigentes,
presta servicio de transporte de pasajeros en motocicleta, o, también, quien
conduce un vehículo sin portar la Revisión Técnica vigente.. Etc., etc.
También es corrupto hasta el tuétano el
funcionario que, imitando al que adjudica obras a cambio de coimas, carga las
planillas de la entidad a su cargo con inútiles, ignaros y/o innecesarios para
pagar favores o ganarse simpatías u otras granjerías de variada índole.
Y los
policías que se la pasan teléfono en mano despreocupándose absolutamente de
cumplir la tarea por la que se les paga el sueldo cual es velar para que el
orden no se resquebraje en ningún sentido, ¿acaso no están engrosando la larga
lista de corruptos?
Me motiva el hecho que el representante de una
entidad, antaño señera y representativa, que debiera liderar y orientar nuestro
desarrollo, haya emitido una letanía de lamentos y deseos sin señalar, clara y
precisamente, alguna medida concreta para empezar a luchar contra la maldita
corrupción. Al respecto, considero que guardar silencio ante tantas obvias y
públicas tropelías que vienen perpetrándose desde años atrás, en cierta manera
convierte en cómplices a quienes, debiendo y pudiendo alzar la voz denunciando
las corruptelas, por lo contrario, callan en siete idiomas. No olvidemos el
aserto:
El camino al infierno
está empedrado de buenas intenciones.