PIURA: SIN LEY NI ORDEN

(Piura, 29 setiembre del 2016)

Luis Gulman Checa

La primera plana de la edición de “El Tiempo” de la fecha, basta y sobra para reconfirmar que Piura carece de autoridades,  informándonos que el próximo día 07 de octubre se realizará una multitudinaria marcha denominada “Quiero a mi Piura segura”, con el único objetivo de llamar la atención de las autoridades ante el crecimiento de la violencia.

Lo primero que tal movilización debiera hacernos pensar es que nuestras autoridades no viven en Piura por lo que desconocen lo que viene sucediendo o, sí residen acá pero ni siquiera leen los diarios desconociendo la crítica situación que vivimos o, andan abocadas exclusivamente a solucionar las urgencias del día a día no quedándoles tiempo para enfrentar este problema o, finalmente, les importa menos que un comino el caos imperante y en incremento que nos asola..

También es chocante el titular de la portada al mezclar papas con camotes, metiendo en el mismo saco universidades auténticas y de las otras.

Cinco universidades unidas contra el crimen.

Esta convocatoria universitaria sirve para develar la razón por la estamos padeciendo tan lamentable situación:

En Piura, fatalmente, no se practica el gran aserto que dice ZAPATERO A TUS ZAPATOS, el cual, traducido, significa que cada entidad debe abocarse a cumplir fiel y honestamente con los objetivos enmarcados en su razón de ser, y, cuando ello no sucede, el responsable debe recibir una patada en el fundillo.

Así, entonces, siendo la PNP quien tiene la obligación de que en Piura impere la ley y el orden y los hechos indican que tales condiciones han desaparecido; está más claro que el agua que es tal institución la gran responsable del caos imperante, siendo punible y lamentable las quejas, lloriqueos y lamentos de sus jefes respecto a las carencias que la aquejan, pues, los policías en las calles, para vergüenza y pena de los ciudadanos con algunos años a cuestas, están pintados en la pared, permitiendo que los violadores de la ley hagan lo que se les antoja en sus propias narices sin que estos vigilantes de la ley se dignen mover ni un dedo.