SER O NO SER

(19 marzo del 2015)

Luis Gulman Checa

Viene a cuento la primera frase del soliloquio de Hamlet, a raíz de las opiniones divididas respecto a si conviene que el Estado  incursione en actividades empresariales o si, por lo contrario, debe dejarlas íntegramente en manos  privadas, ante la reiterada confirmación de la corrupción que suele infectar las empresas públicas.

Son espeluznantes las cotidianas informaciones dando cuenta de la podredumbre del gigante brasilero PETROBRAS, mayormente de responsabilidad de empresas privadas, lo cual, de primera intención y, me parece, sin entrar al fondo del asunto, nos lleva a descalificar la existencia de tales conglomerados públicos. Es innegable que muchos funcionarios son grandes corruptos, roban y se enriquecen, pareciendo ser su lema el siguiente:

“Patriotas los cojudos, yo me lleno de plata y listo”

Nadie en su sano juicio puede negar esta realidad, en especial cuando, como también lo confirmamos cada día, no solo en las empresas públicas sino también en las instituciones del Estado de todos los estamento y/o niveles, desde la presidencia de la República (Ecoteva, Narco indultos, etc.) hasta las municipalidades distritales; se roba igual o más que en las empresas estatales. Ello, entonces, debería llevarnos a la triste y preocupante siguiente conclusión:

“Estamos perdidos, no hay compón, la honradez desapareció y se impuso el desenfreno entre los seres humanos, los cuales, en esta era de gran progreso y avances tecnológicos, recuperaron el comportamiento de sus antepasados cavernícolas, cuando, supongo, luchaban a muerte hasta un bocado”.

Entonces, oponerse absolutamente a la existencia de empresas públicas, conlleva, necesariamente, el convencimiento de los opinantes que no existen personas normales y honradas para ponerlas a administrarlas. Así, tácitamente estarían confirmando lo sostenido líneas arriba respecto a que desapareció la honradez de la faz de la tierra.

Otra interpretación que no podemos descartar sería la derivada del  aserto:

“El ladrón juzga por su condición”

Lo que podría llevarnos a concluir que quienes se oponen radicalmente a la actividad empresarial del Estado nos están diciendo, subliminalmente, que, si ellos fueron puestos a cargo, también robarían.

Imitando a Oppenheimer, mi opinión como experimentado y variado exfuncionario público:


“Si la proliferación de la corrupción es el argumento para oponerse a la actividad empresarial del Estado dejándola en manos privadas, ¿acaso el más elemental de los sentidos no nos indicaría que lo primero que se debería ceder en concesión es la presidencia de la República, el Congreso Nacional y el Poder Judicial?, por cuanto, si estas instancias funcionaran correctamente no quedaría ni un solo “choro” con cabeza.