EL HOMBRE: DEPREDADOR INSACIABLE
(Piura, 16 febrero 2016)
Luis Gulman Checa
En su
columna DUEÑO DE NADA, Rafo León, en la última edición de “Caretas”,
una vez más se refiere al descuido del medio ambiente, reflejado ahora en que
ni uno solo de los actuales candidatos a gobernarnos consigna, según él, referencia alguna en sus planes
de gobierno respecto a tema tan vital.
Reflexionando y contemplando el mar desde la
terraza de la casa de Colán, rememoré los grandes espectáculos que
disfrutábamos antaño frente al desangelado y despoblado mar actual. Tan simple
comparación basta y sobra para demostrarnos que el hombre, a pesar de haber sido creado a Imagen
y Semejanza de Dios - a diferencia de las bestias salvajes que sí
cuidan y protegen su hábitat - es lo peor que le sucedió al planeta al estar
destrozándolo.
¿Acaso no es la pura
verdad que hemos depredado irracionalmente el antaño rico y pródigo mar
piurano?
Remontémonos a épocas anteriores al
nacimiento del suscrito. ¿Por qué se construyeron piscinas cerradas en La
Esmeralda para tomar baños de mar? Para
que los bañistas estuvieran a salvo de los tiburones. Incluso, hasta bien
avanzados los años 50, había una empresa dedicada a su caza y cotidianamente
los varaba frente a nuestros ojos.
Los desfiles interminables de delfines eran
cosa de todos los días yendo y viniendo casi sin parar y, muy a menudo, nos
distraían las enormes mantas rayas con su inconfundible aleteo. Incluso los
grandes cetáceos, quizá cachalotes, en varias oportunidades desfilaron ante
nuestros ojos con sus crías tras ellos.
Cuando hoy por hoy, los hombres dedicados a la pesca artesanal
varan sus botes con los peces que cayeron en sus redes, casi provoca echarse a
llorar al recordar cuál era la cantidad y calidad de la captura de antaño:
lenguados, corvinas, pámpanos, sucos. ¡Qué se le iba a hacer caso a las guitarras
(actualmente un lujo) que iban directamente a secarse al sol para el bacalao!
Plato por lo menos dominguero era la
inigualable langosta, como también los grandes cangrejos de la “Bocana”, que
también pasaron a la historia.
Finalmente, como colofón a la voracidad
destructora del hombre, ¿qué pasó con los enormes meros que el “Joven Lino” de
don Marcos Cañote, pescaba con anzuelo los días domingo en el “Barco Hundido”.
Todo pasó a la
historia, la bestia de dos patas lo hizo desaparecer.