EL TELÉFONO CELULAR
(Piura, 03 febrero 2016)
Luis Gulman Checa
Releyendo Tai-Pan, novela ambientada el siglo
antepasado en el mar de la China, cuando Inglaterra dominaba el comercio
mundial, se gestaba el enclave inglés de
Hong Kong y las noticias de Londres se recibían con 4/5 meses de retraso; me
vino a la mente cuánto ha cambiado el mundo al respecto ahora que contamos con el
teléfono celular.
El dichoso aparato debiera haber significado
la ruina de los fabricantes de relojes, máquinas calculadoras y agendas, entre
otros adminículos antaño insustituibles, por cuanto los reemplaza plenamente a
todos ellos, de modo que, por ejemplo, resulta necio, redundante e incómodo
que, quien use celular, también luzca reloj en la muñeca, salvo mejor parecer.
Entonces, ¿podemos
afirmar sin ambages ni dudas que el dichoso instrumento ha sido un beneficio
grandioso para la humanidad?
Cada persona tendrá su punto de vista y,
aparentemente, al ver tantísima gente que aún caminando por la calle va mirando
y manipulando el aparato, daría la impresión que su invención sí fue una
maravilla.
Sin embargo, considerando que la
carne viene con hueso, el teléfono celular, visto bajo otro cristal,
echó por tierra la tranquilidad, serenidad, paz y hasta el libre albedrío de
las personas. ¿Por qué? Por cuanto el tener un celular implica ser esclavo a tiempo completo de cualquiera que
conozca su número.
Comparemos. Antaño, cuando los teléfonos eran
a manivela, las llamadas eran
coordinadas por una sucesión de telefonistas - “aquí Chulucanas a Piura, dame
con el xxxx de Lima” - y había que esperar pacientemente en la central no menos
de media hora, por lo que tenía que haber un asunto muy urgente para
comunicarse con alguien. También, más atrás aún, cuando llegaba el verano y nos
instalábamos en la playa hasta el inicio de clases en
abril sin comunicación alguna con el mundo, salvo los días que llegaban
nuestros padres, bien podemos afirmar ahora que tales condiciones de vida eran
paradisiacas principalmente porque estábamos aislados del mundo.
Otro evidente perjuicio que originó fue la
pauperización del idioma, pues, para comenzar, no solo la correspondencia escrita
pasó a la historia sino que los diálogos que se oyen son deprimentes: manyas,
oe, chévere, bacán y así.
Hoy por hoy, con el
bendito celular que no solo lo tiene todo el mundo sino que hay quienes usan
más de uno, las personas hemos perdido absolutamente nuestra tranquilidad y paz
espiritual, pues nuestra preciada intimidad fue abolida por el avance de la
ciencia.