EL ESTADO PERUANO EN EMERGENCIA (II)

(Piura, 07 julio 2020)

Luis Gulman Checa

¿En qué condiciones se encontraría una persona de cuya cocina se hubiera apropiado un ser maligno y destructor equiparable a una maldita bruja de mala entraña preparándole alimentos envenenados?

Si relacionáramos la persona del ejemplo con el país y la maldita bruja con el Congreso, ¿acaso no es verdad que el antaño merecidamente llamado “Primer Poder del Estado”, desde años atrás, entró en un período de descomposición generalizada convirtiéndose en real enemigo del Perú y los peruanos?

No vale la pena insistir en adjetivar la actitud y comportamiento de la gran mayoría de congresistas buscando preservar la salud de nuestros hígados, sin embargo, y esto es lo realmente triste, aciago y preocupante, esas personas no llegaron ahí con metralleta en mano y con el rostro encubierto, sino gracias a los votos, libre y voluntariamente, emitidos por nosotros.

Si, paralelamente, recapacitáramos sobre los innumerables alcaldes, presidentes regionales y gobernadores - todos ellos también elegidos por nuestra voluntad - investigados, procesados, no habidos y/o sentenciados a firme y, también y fatalmente, sobre las gestiones de los presidentes de la República de los últimos 35 años; concluiríamos, aunque duela, que estaríamos condenados y sin remedio porque la cacareada democracia es un manjar demasiado exquisito para nuestra pobreza mental y espiritual.

Lo realmente lamentable es que disponiendo el país de gran cantidad de personas idóneas, en todo el sentido del término, para desempañar estos cargos en pro y beneficio de la ciudadanía, especialmente del espectro más necesitado, por la maldita lacra de la “Eleccionitis”, generada fundamentalmente por el voto obligatorio y el de analfabetos, en cada proceso electoral perpetramos un real seppuku o harakiri (suicidio) debido al hecho real y concreto que, realmente, en el Perú no existen partidos políticos.

Planteemos una comparación entre la democracia (elecciones) y una Liga o Campeonato futbolístico, eventos que requieren, para llevarse a cabo, competidores formales y bien establecidos. Entonces, llevar a cabo elecciones sin partidos equivale a un torneo futbolístico sin equipos. ¿Sería ello posible?

Si lo expresado líneas arriba se ajustara a la realidad, formulémonos y respondámonos nosotros mismos la reflexión siguiente:

¿No es acaso una quimera convocar elecciones cuando no existen auténticos partidos políticos?