PERÚ: ¿PAÍS DE ARPÍAS?
(Piura, 21 julio 2020)
Luis Gulman Checa
Sí, me refiero a ese animal fabuloso con rostro
de mujer y cuerpo de ave de rapiña, expresión utilizada actualmente para
describir personas perversas y malignas quienes optan por apelar al engaño para
lograr sus turbios objetivos provocando desgracias y desdichas en seres inocentes.
¿Qué bicho me picaría
para calificar tan crudamente a los peruanos?
El injustificado, desmesurado y demencial
ataque contra un ciudadano por haber perpetrado el PECADO MORTAL de ser, desde
muchos años atrás, cuñado del presidente de la República.
¿Acaso el referido ciudadano registra en su
Hoja de Vida imputaciones de proxeneta y/o narcotraficante y/o pederasta y/o raquetero
o alguna de similar naturaleza? En absoluto, pues se trata de una persona
normal y de bien cuyo único pecado, reitero, fue no adivinar que muchos años
después de que su hermana contrajera nupcias, su esposo, imprudente y
desaprensivamente, iba a ascender, sin querer queriendo, a desempeñar el más
alto cargo representando a la Nación: Presidente de la República.
Digresión:
A raíz del escándalo desatado en un país caracterizado
por la vigencia del PALO ENCEBADO, definido con la frase que dice: No hay peor enemigo de un peruano que otro
peruano, me vino a la mente el gobierno de John F. Kennedy, en los 60 del
siglo pasado en los Estados Unidos, cuando designó Fiscal General a su hermano, de
padre y madre, Robert, fatalmente también asesinado como el presidente, según parece, por ejercer sus tareas
con celo excesivo.
Si fuera verdad que la ascensión de una persona
a un cargo público, instantáneamente, deja sin piso a todos quienes estén
unidos a ella hasta cierto grado de consanguinidad o parentesco, de modo que
deban huir dejando los cargos cual ratas ante la presencia de un maligno gato; sería
un síntoma más que en nuestro país abundan leyes/dispositivos irracionales.
Vayamos analizando una hipotética situación: supongamos
que una persona al asumir el cargo de
Director Regional de Educación tiene 13 parientes cercanos
desempeñándose en la docencia, en promedio, 21 años; ¿acaso estos 13 abnegados
y probos maestros tendrían que renunciar al cargo en el término de la
distancia? Si la respuesta fuera sí,
quedaría reconfirmado que el Perú es un país de opereta. ¿Por qué? Por cuanto
estamos dando por hecho que la corrupción es nuestra marca de fábrica, de modo
que, ineludiblemente, los funcionarios quebrantarán las leyes para favorecer a
sus parientes.