¿NUESTROS DIFUNTOS EN CUARENTENA?
(Piura, 24 julio 2020)
Luis Gulman Checa
Si como cuidamos a nuestros difuntos -
manteniendo los cementerios cerrados a cal y canto - hubiéramos prestado
atención a quienes aún respiramos, no se habría originado ni un solo deceso porque el
aislamiento de las personas hubiera sido absoluto. Sin embargo,
preguntémonos, ¿qué habrán pensado las
autoridades al disponer echar candado a los cementerios si,
quienes ahí reposan, están a salvo de todas las maldiciones y contaminaciones
que afectan a los vivos?
¿Quizá pensarían que, aterrados por la amenaza
del mortal Covid, los deudos acudirían masivamente a rogar a sus difuntos
interceder en las alturas para que bicho tan nefasto desapareciera del
ambiente?
Es la única justificación que me viene a la
mente, aunque es contradictorio que, levantada la cuarentena, los campos santos
continúen cerrados cuando, paralelamente, se reiniciaron los servicios de
transporte, tanto aéreo como terrestre al 100% de ocupación, como también el
funcionamiento de restaurantes, ellos sí, curiosamente en contraposición con el
transporte, con un aforo de tan solo el 40% de su capacidad máxima.
Quitados los candados, como el más elemental
sentido común revela se hará en el
futuro inmediato, la afluencia a los cementerios será, m/m, una centésima parte
de la que abunda en mercados, calles y plazas, de modo que no queda ninguna
razón válida o coherente para mantenerlos cerrados.
Es probable la existencia de seres que
únicamente acuden a los cementerios cuando deben sepultar un pariente o
allegado, pero, asimismo, somos muchos los que no solo no olvidamos a los
nuestros una vez pasaron a mejor vida sino que continuamente sentimos el
impulso de visitarlos en sus tumbas.
Además, siendo lamentable y evidente la falta
de áreas verdes y parques (que merezcan tal denominación), deviene en absurdo
privar a la ciudadanía de la posibilidad de, además de visitar a sus difuntos,
disfrutar de la paz y tranquilidad imperante en tales lugares, especialmente los
que cuentan con amplias áreas verdes así como gran cantidad de frondosos
algarrobos generando un ambiente fresco y agradable en el que se puede meditar
y rememorar tiempos idos.
En la misma línea y considerando que hay muchas
personas quienes, además de alimentar el cuerpo necesitan hacer lo mismo con el
alma acudiendo a la misa dominical o servicios similares en otros templos, ¿por
qué no se autoriza el funcionamiento de los mismos, digamos, con un aforo del
50%, es decir, la mitad del permitido a los medios de transporte?