E L      C L A X O N

 

(Piura, 23 abril 2021)

 

Luis Gulman Checa

 

Sí, me refiero al instrumento sonoro instalado en toda clase de vehículos con el fin de, según la capacidad de razonar del conductor, permanezca en silencio o truene, jodiendo a diestra y siniestra, tal y como si anunciara el fin del mundo.

 

Es irremplazable para cumplir una función que no tiene nada que ver con su supuesto objetivo, cual es la de ubicar en la imaginaria pirámide que engloba a los humanos - los sabios en la cúspide y los semi bestias en la base -, colocando  en el fondo de la misma a quienes lo usan sin descanso.

 

La vida comunitaria y/o en sociedad como, supuestamente,   se desenvuelve la nuestra (a años luz de la antigua “Ley de la Selva”), se funda en el respeto y consideración que debe primar entre las personas. Así, recurriendo a un ejemplo al alcance de cualquier entendimiento, devendría en inaceptable y punible que una persona que sienta rechazo por los obesos,  la emprenda a golpes y patadas si alguno se le cruza en el camino.

 

Así entonces, respeto y tolerancia conforman la pócima mágica para que nuestras vidas transcurran en un idílico paraíso digno de un cuento de las Mil y una Noches.

 

Sin embargo, la tóxica combinación de un claxon con un cerebro cubierto por telas de araña, perturba la calma  en toda una cuadra cuando un real deficiente mental llega a buscar/recoger a otra persona. Así, en vez de descender del vehículo y tocar el timbre y/o recurrir a los modernos teléfonos celulares para avisarle su llegada, opta por prenderse del claxon.

 

Digresión:

 

¿Sería condenable o justo y resaltable si, dado tal caso, algún vecino justamente indignado saliera premunido de un fúsil bien abastecido descargando todas las municiones sobre el maldito (a) pobre diablo quien osó romper la calma?

 

Otra demostración palpable de la valía de tal instrumento para catalogar a las personas, reluce permanentemente cada vez que un semáforo pasa del rojo al verde, hecho que desata - tan igual como en la celebración de la llegada de un nuevo años los cohetes atronando el espacio - el estrépito de cláxones, lo cual, bien mirado, es un insulto a los conductores ubicados más adelante por cuanto, tácitamente, están siendo calificados de tarados incapaces de notar el cambio de luces. Sin embargo, en realidad, ello es una confirmación más de la estupidez que infecta a los bullangueros.

 

 

 

 

 

Siguiendo con el escrutinio, nos toca analizar a los conductores que lo hacen tronar en cada esquina, lo cual es absolutamente inútil. ¿Por qué? Por cuanto quienes circulan por la preferencial tienen derecho de paso, mientras, los que se desplazan por las transversales, obligatoria y necesariamente, deben detenerse. Entonces, ¿acaso el tocar el claxon no revela el salvajismo de tales conductores?

 

¿Podríamos olvidas a los conductores de taxi haciéndolo tronar permanentemente cuando circulan vacíos?

 

Es una pena que no adoptemos una medida similar a la de nuestros hermanos de la sierra cuando se trata de poner orden:

 

Bastaría y sobraría un equipo de diez personas por la ciudad premunidas de un martillo. ¿Con qué objeto? Reventar el parabrisas de cada vehículo conducido por un salvaje jodiendo al prójimo.