L A B I A

 

(Piura, 03 abril 2021)

 

Luis Gulman Checa

 

Sí, me refiero al don que adorna a algunos permitiéndoles echar palabras en forma similar a cómo brotaría un chorro interminable de monedas de oro de una gigantesca e imaginaria cornucopia. Abunda en los llamados “encantadores de serpientes” y, también, entre muchos otros, en quienes son capaces de vender a un despistado viandante (como la gran mayoría de electores peruanos) la Plaza de Armas de su ciudad a cambio del dinero que porta el estafado.

 

Considero, modesta pero francamente, que quien no es capaz de reflexionar respecto al pasado cuando debe tomar una decisión crucial para su futuro, se hace merecedor de los peores epítetos calificativos, por cuanto, hasta para los ojos de un ciego, un pollino tendría más capacidad de discernimiento que él. ¿Por qué? Por cuanto, mientras el cuadrúpedo jamás tropieza con la misma piedra, en este caso el elector que optara por emitir su voto atraído o encandilado por la labia del candidato olvidando el pasado cercano, demostraría ser una bestia con DNI,

 

Pongamos los pies en la tierra y vayamos al grano para que todos los tarados que están mofándose de un candidato por haber  leído en el reciente debate entre candidatos a presidir el país, en  vez de expresarse fluida y encantadoramente cual Demóstenes moderno, lo hizo leyendo. Para estos pobres diablos va dedicado el siguiente relato:

 

En 1985, en un remoto país plagado de riquezas  pero sumido en la pobreza, fue elegido gobernante un flamante Mesías de cuya boca, en vez de palabras, brotaban, cual mágicos arpegios, palabras encantadoras hinchiendo de esperanza almas y corazones de los sufridos pobladores. Fue elegido abrumadoramente, pero, fatalmente, resultó un “encantador de serpientes”, estafando a sus electores y arruinando, más aún, el sufrido país.

 

No obstante, sin duda por la acendrada fe de los estafados pobladores demostrada por las interminables procesiones portando Cristos, Vírgenes y Santos, el Altísimo se apiadó y los guío a elegir, en reemplazo del citado incalificable, a un ignoto hijo de inmigrantes que a duras penas “masticaba” nuestro idioma, quien, en un santiamén y figurativamente,  ajustó brutalmente las tuercas sacando el país del hoyo estableciendo una solidez y firmeza económica que, transcurridos 30 largos años, continúa siendo ejemplo.

 

Si lo relatado fuera comparable a alguna catástrofe sucedida en el Perú, ¡Dios nos coja confesados si el sub siguiente día domingo votamos por falsos y traidores encantadores de serpientes!