EL CENTENARIO DEL DECANO
Artículo publicado en el Diario
“El Tiempo”
Luis Gulman Checa
El pasado 09 de enero se conmemoró el
centenario de nuestro diario “El Tiempo” y, en el curso de la cena de
celebración, invitado por mis de 40 años como colaborador, me invadió la
nostalgia rememorando todas los míos que tuvieron que ver con el diario y ya se fueron.
Empezando por mi padre, quien quizá en
calidad de cuñado de la tía Matilde, colaboró clara y decididamente con ella
“poniendo el hombro” e, incluso, dirigiendo el diario cuando debió asumir la tarea dejada por su fallecido esposo.
Recordé lo unidas que eran la tía Matilde y
mi madre, porque desde niño la vi en nuestra morada - los altos de la casa
Eguiguren - casi cotidianamente. Quizá el que ambas enviudaran jóvenes y
volvieron a casarse (felizmente para mí) las hizo compenetrarse más a la una
con la otra.
¿Y qué decir de mis primos hermanos, todos
bastante mayores que yo pero con los que, en diversas etapas de la vida, tuve
estrecho contacto?
Debo mencionar, en primer lugar, a Víctor
Checa Solari, quien dirigió el diario
por muchos años, atreviéndome a decir que bajo su mando “El Tiempo”
levantó vuelo. ¿Cuántas veces en verano habremos comido juntos en el Club Grau,
ya avanzada la noche, partiendo luego él a la redacción sin duda hasta que
“cantara el gallo”?
En cuanto a mis primos Helguero Checa -
especialmente Víctor quien me “abrió la puerta” - que por décadas tuvieron la responsabilidad de
dirigirlo, no solo su recuerdo me llena
de nostalgia sino también los extraño porque al irse me dejaron un gran vacío
en el alma.
Recuerdo a Jaime, aparentemente renegón y
malgeniado, con quien hice magníficas migas, y fiel a su temperamento de vez en
cuando me llamaba temprano haciéndome saber algo que no le había gustado:
“Don Luis, por favor llame a su primo Víctor y dígale….. “
Me consta que “El Tiempo” siempre mantuvo una
línea imparcial, en especial cuando la
familia estaba de por medio, tradición que mantuvo incólume Luz María, cuando me ofrecí a dirigir la región y me
llamó para decirme: “Lucho, no puedes seguir con tu columna, no podemos darte
ninguna ventaja”.
Agradecido por haberme brindado sus páginas, ruego que la providencia y la dirección me
permitan continuar colaborando veinte años más.