REFLEXIONES SOBRE FATAL ACCIDENTE
(Piura, 26 enero 2016)
Luis Gulman Checa
Acaba de suceder una gran desgracia en la carretera Huancabamba Canchaque al
precipitarse a un profundo abismo la camioneta en la que viajaban servidores de
la municipalidad distrital y del centro de salud de San Miguel El Faique, con la pérdida de ocho vidas
humanas.
Habría que carecer absolutamente de
sentimientos para permanecer indiferente ante tan aciago hecho, especialmente
pensando en las personas directamente dolidas y afectadas: los deudos de los
occisos.
Es ley sabida y aceptada que, una vez nacidos,
lo único que invariablemente enfrentaremos en el futuro es la muerte, la que
muchas veces - como el caso comentado - se presenta sin aviso inesperada,
innecesaria y hasta injustamente debido a accidentes (sucesos imprevistos y
eventuales).
Digresión oportuna y necesaria: No he leído ninguna
información referida al nivel de alcohol en la sangre de los occisos,
especialmente del conductor de la camioneta, Sería absolutamente inaceptable
que la opinión pública no fuera debidamente informada al respecto.
Dicho ello, me referiré a la forma cómo el diario “Correo”, edición de la fecha, ha
enfocado tan lamentable hecho:
El Faique no tolerará
más accidentes en “carretera de la muerte”.
¿Por qué el calificativo de carretera de la
muerte? ¿Cuán numerosa es la relación de accidentes y occisos achacables a
dicha carretera? ¿Acaso es la única vía en la que se produjeron accidentes que
cobraron vidas humanas o, por lo contrario, son hechos casi cotidianos repetidos por todo el país?
Nos informa también que el párroco local,
padre franciscano Esteban Bucemi Calvagno, hizo enérgico llamado a las
autoridades para que presten urgente atención a la carretera
Canchaque-Huancabamba, vía de tal grado de peligrosidad (la he recorrido muchas
veces y jamás me pareció ni más ni menos peligrosa que otras similares) que el
pueblo de El Faique la motejó como “Carretera de la muerte”.
Ahora, miremos este lamentable hecho a través
de otro cristal planteándonos una reflexión:
¿No es acaso la pura
verdad que, tanto Huancabamba como Ayabaca no están conectadas con la costa a
través de súper carreteras única y exclusivamente por culpa de personas
incalificables cerradamente opuestas a la explotación de los ricos e ingentes
recursos minerales de Río Blanco los que, debidamente manejados, deberías
cambiar la faz de la zona?
En consecuencia, me permito sugerir al
párroco, padre Esteban, que dialogue con el obispo de su diócesis y trate de
hacerlo abandonar su irracional posición anti minera la cual, bien analizada,
deviene en pecado al despreciar los dones que Dios, Señor Nuestro y Creador,
puso a disposición de sus hijos bien amados para que transiten de la mejor
manera posible por este valle de lágrimas.