EL REMEDIO: ¿PEOR QUE LA ENFERMEDAD?
(Piura, 21 diciembre 2020)
Luis Gulman Checa
Deprimente y espeluznante el espectáculo a la
vista tan luego abrí mi ventana, m/m a las 06.00 horas, representado por la
interminable hilera de personas (¿cuántas horas llevarían penando?), extendida
por decenas de cuadras, derrochando paciencia esperando llegar a la ventanilla
del Banco de la Nación para recabar el ¿bendito? Bono concedido por el Estado
para familias necesitadas. Me pregunto, ¿acaso el hecho de entregar un dinero
para aliviarlas, justifica el dispensarles trato tan inhumano?
Vayamos razonando: Estas familias, obvia y
obligadamente, fueron previamente identificadas, ergo, la entidad encargada del
reparto sabía dónde domiciliaban. Así, entonces, pregunto:
¿No deviene del más
elemental sentido común que el Estado, nuestro servidor, acuda a los diferentes
sectores o barrios, previa convocatoria, para entregar el Bono evitándoles
semejantes penurias a los “beneficiados”?
De otra parte, mientras el propio Estado se
desgañita repitiendo el peligro implícito en la aglomeración de personas, con
tan inhumano e irracional mecanismo para hacer entrega del Bono promueve
exactamente lo contrario.
Sigamos razonando: Las personas ubicadas frente
a mi ventana, suponiendo que recién habían llegado y, teniendo por delante una
hilera abarcando diez cuadras, en el
caso les alcanzara el día para cobrar el Bono, ¿cómo harán tanto para saciar
hambre y sed, como también atender
necesidades fisiológicas?
Es lamentable, pero el denigrante espectáculo
descrito solo es una raya más al tigre de la incompetencia e irracionalidad de
la que viene haciendo gala el Estado peruano, el cual, siendo etéreo, está
representado por el gobierno de turno, es decir, con los sucesos que se vienen
dando desde tiempo atrás, podemos afirmar que está acéfalo, al garete y rumbo
al abismo.
Señor Dios: ¿Podrías
enviarnos un Mesías?
Ojalá los funcionarios responsables del
desbarajusta comentado, hubieran imitado a los saqueadores, explotadores,
abusivos, esclavistas y demás etcéteras, como merecen calificarse los
empresarios agrarios que disfrutaron de una nefasta ley ad hoc para llenarse los bolsillos zurrándose en la vida y
bienestar de sus trabajadores, quienes, a contrapelo del maltrato comentado, no
forman colas para cobrar sus remuneraciones: son abonadas en sus cuentas de ahorro de un Banco. (*)
(*) Evitando malas
interpretaciones, párrafo satírico.