CONSEJO PARA EL ALCALDE

 

(Piura, 03 marzo 2021)

 

Luis Gulman Checa

 

Así como muestra permanente preocupación por la difícil tarea de buscar dónde acomodar a los vendedores ambulantes, cuya presencia no solo no es imprescindible sino innecesaria; debiera meterse de lleno a buscar un lugar adecuado para instalar a las trabajadoras sexuales, personas adultas en pleno ejercicio de sus facultades y sin coerción al ofrecer un servicio sexual con fines onerosos y lucrativos, calificado vulgar y comúnmente como prostitución.

 

Me motiva un informe aparecido en portada de la edición de “Correo” de la fecha:

 

MARCHAN PARA EXIGIR ERRADICAR LA PROSTITUCIÓN

 

Más de 20,000 personas de ocho urbanizaciones exigen al alcalde de Piura y al ministerio Público acabar con el meretricio clandestino en sus zonas.

 

El titular deviene en utopía absoluta por cuanto no hay ser en el mundo capaz de acabar con la bien llamada profesión más antigua del mundo. Sin embargo, el objetivo real de la marcha sí se ajusta a parámetros razonables al exigir acabar con el MERETRICIO CLANDESTINO, lo cual, sin la menor duda, habida cuenta que el alcalde es a la ciudad como el ama de casa al hogar, sí es tarea que la autoridad local no puede soslayar.

 

Ahora el consejo. Décadas atrás, cuando el suscrito iniciaba sus estudios de Agronomía en la capital de la República, en la Av. México, me parece en el distrito de La Victoria, había un par de cuadras donde funcionaban los llamados “Corralones”, instalaciones perfectamente limpias y organizadas conteniendo habitaciones albergando a trabajadoras sexuales dispensando atenciones a los varones que, educada y tranquilamente,  ambulaban en busca de quien consideraran la persona idónea para satisfacer sus apetitos.

 

Como hecho anecdótico, era sabido que, por lo general, cuando en la puerta de una habitación se formaba una cola m/m como las actuales en la Reniec, quien ofertaba el servicio era una ciudadana del vecino del sur, Chile.

 

Jamás los diarios publicaron informaciones referidas a riñas, balaceras ni crímenes perpetrados por sicarios en estos apacibles lugares, pues el orden y el respeto brillaban permanentemente.

 

Así entonces, resulta evidente que ahí está la solución para que todos queden felices y contentos: los reclamantes, las trabajadoras, los usuarios y/o demandantes y el propio alcalde por la satisfacción de haber cumplido su deber.

 

Sin embargo, como desde aquella época ha pasado demasiada agua bajo los puentes de modo que el orden y el respeto, antaño imperantes,  casi se han evaporado, habría que extremar control y seguridad.