R A C I S M O
(Piura, 26 marzo 2021)
Luis Gulman Checa
El racismo se define como el odio, rechazo o
exclusión del que es víctima una persona por razón de su raza, color de piel,
origen étnico o lengua. Así, entonces, se debe a un irracional sentimiento de
superioridad de una persona sobre otra considerándose de “mejor calidad”. Un ejemplo: un ario
elegantemente vestido quien habla correctamente español
e inglés mirando por sobre el hombro y
con desprecio, como si fuera sub humano, a quien se expresa en aimara y viste
poncho y ojotas.
El racismo caló profundamente en el espíritu
del hombre desde siempre, como lo acredita la interminable serie de
guerras/enfrentamientos desde el inicio de los tiempos entre etnias y culturas
diversas, en consecuencia, deviene en utopía la cacareada lucha para
desterrarlo y lograr que los seres humanos, dejando de lado las peculiaridades
que los diferencian, como color o facciones, vivan felices y contentos
compartiendo penas y alegrías, desterrando la situación actual que los hace comportarse
como perros y gatos.
Me motivó el artículo publicado en “El
Comercio”, edición de la víspera, escrito por una abogada,
quejándose/lamentándose que un tema como el racismo ha quedado fuera del debate
electoral, no figurando, tampoco, en los planes de gobierno de los
contendientes en el circ.., perdón, próxima contienda electoral.
Personalmente, considero el citado reclamo un disparate. ¿Por qué? Por
cuanto quienes aspiran a gobernarnos tienen que ser conscientes que su tarea se
limitará a gestionar/tratar asuntos y temas de la vida diaria: seguridad,
alimentación, salud, educación, vivienda, servicios esenciales, comunicación,
etc., estando absolutamente fuera de sus posibilidades o atributos, por
ejemplo, lograr que los católicos comulguen cada domingo y fiesta de guardar
y/o que los padres de familia dejen de fumar y libar dedicando el íntegro de
sus sueldos en pro y beneficio de los suyos y/o desaparecer del territorio
patrio el antiquísimo ejercicio del meretricio, el cual, contando con gran
demanda es, así como el racismo, inútilmente condenado. Obviamente, tampoco
tienen ni una sola posibilidad de desterrar el racismo por cuanto ello
implicaría cambiar la naturaleza del hombre, tarea divina e imposible de
cumplir por el gobernante aunque fuera elegido con el 92% de los votos.
Bien mirado, el racismo, en vez de denigrar a
los supuestos agredidos, deviene en estigma del agresor quien, por el solo
hecho de sentirse superior por alguna característica externa, incluida la ropa,
olvidando que todos los hombres somos hechos a imagen y semejanza de Dios, está
demostrando ser una bestia con apariencia humana.
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