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(Piura, 22 diciembre 2017)
Luis Gulman Checa
¡Gracias Kenji
Fujimori, tú sí tienes la blanca y roja en el pecho!
El día de ayer, en el recinto del Congreso de
la República - fatal y transitoriamente ocupado por una recua poli partidaria pero mayoritariamente
propiedad de Keiko Fujimori -, el Perú jugó un partido más trascendental
del que podría ser el del próximo mes de julio en Moscú disputando la final del
torneo mundial de fútbol enfrentando al
Scratch:
Estuvo en la balanza
el imperio de la fuerza bruta y salvaje contra el reinado de la razón, el
sentido común y, muy importante, el amor a la patria.
El presidente de la República, PPK, quien,
como todo ser humano es imperfecto pero deviene en cuasi un mesías comparado
tanto con sus juzgadores como con los líderes de los mismos; estuvo a punto de
ser echado del cargo para el que fue elegido por los ciudadanos del Perú, única
y exclusivamente, por orden de quien
fuera derrotada en segunda vuelta, Keiko Fujimori, reconfirmando que el país en
el que ella sí nació le importa menos que un comino.
Para que esta señora, anti peruana, se
saliera con la suya, era necesario que 87 de los 130 integrantes del Congreso
votaran a favor de la destitución de PPK. La suerte parecía echada desde que
ella creía contar con toda su recua compuesta por 71 congresistas,
por lo que, habida cuenta que había sido el Frente Amplio, de otro anti
peruano, el ex cura Arana, con 10 votos, quien había puesto en debate el tema
de la destitución, más el furgón de cola en que ha devenido el antaño gran partido
aprista; sin duda ya tenía organizada lo que para ella sería la
celebración del gran triunfo.
Felizmente, una vez más
inundó nuestras mentes el conocido dicho:
¡DIOS ES PERUANO!
Solamente 78 congresistas se manifestaron a
favor de la vacancia de PPK, por lo que los peruanos de bien, según mi opinión,
hemos contraído una deuda inmensa con Kenji Fujimori porque gracias a él solo 60, de los 71 integrantes de la bancada
que Keiko creía dominar, siguieron sus malignos designios.
Fiel al principio de recordar el pasado y, especialmente,
a los principales actores, termino diciendo que dos importantes peruanos,
quienes jamás perdieron su aura de absoluta honestidad, deben haberse retorcido
de dolor y desconsuelo en sus tumbas por el camino que tomaron Javier
Velásquez, Mauricio Mulder y Víctor Andrés García Belaunde.